Debo caerles muy mal a unos cuantos usuarios de las redes sociales, especialmente de Facebook, y aunque ellos ni saben que existo le parecería especialmente “gordo” a los dueños, o gestores por no concomitar con sus actuares torcidos.
Entré a esa red social para ampliar el círculo de mis
amistades, en este caso virtuales, pero
paulatinamente me he ido desencantando de ella por los mensajes de odio percibidos a lo largo de varios
años .
Uno de ellos,
visceral, fue vertido tras la caída del avión Boeing B-737-200,
matrícula XA-UHZ, de la aerolínea DAMOJH S.A, fletada con su tripulación por la
empresa Cubana de Aviación, al salir de
aeropuerto de Rancho Boyeros el 18 de mayo de 2018 y que costó la vida a 112
personas con una única sobreviviente.
La odiosa era
una mujer que censuró a “su” Dios porque
no hizo caer la aeronave en medio de la Plaza de la Revolución de la
capital cubana para que la dolorosa cifra de muertos “llegara a las nubes”.
Solo atiné a responderé (aun cuando
no hablara conmigo): “Quien se dice
religiosa NO pide esa monstruosidad para sus semejantes, sus
compatriotas… parece mentira que lo haga una mujer, ese
“taller natural donde se forja la vida” según dice nuestro José Martí, le
censuré.
Con los almanaques pululan los mensajes de odio llegados a
cotas increíbles, someramente recordemos
las ofensas a ese mismo Martí con mensajes escatológicos y lo peor: no
solo ignorantes y obtusos sino intelectuales y artistas rieron
la gracia.
Desde la llegada al poder de Donald Trump se revolvió
el avispero con una turba amenazando,
vociferando, proponiendo listas, encabezada por un genuflexo tipo con turbante, ni árabe ni hindú, que pide a gritos una intervención, pero olvida que “Pa´ eso hay que tener güevos”, de lo que
ellos carecen.
Tampoco hago casos a los “retos” que impone FB y que tantos incautos comparten y comparten sin
saber el propósito de apropiarse de sus datos, para después
utilizarlos a su conveniencia, según revelan los propios gestores de esa
inmensa red social.
También me asombro ante quienes ventilan sus conflictos
laborales o personales en esa gran
telaraña y se exponen al ridículo.
O de aquellos que anuncian un viaje, con detalles
específicos y muchos de los cuales al
regresar comprueban que han sido robados
en sus casas, ello no es privativo de Cuba, sino que los dueños de Facebook
alertan desde la génesis de esa plataforma, pero mucha gente “cabecidura” hace
caso omiso.
Debo caer mal a mucha gente pero no importa: no les hago
el juego a los aborrecibles.
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