domingo, 15 de noviembre de 2020

Pesado como un plomo

 Debo caerles muy mal a unos cuantos usuarios de las redes  sociales, especialmente de Facebook,  y aunque ellos ni saben que existo le parecería especialmente “gordo” a los dueños, o gestores por no concomitar con sus actuares torcidos.

Entré a esa red social para ampliar el círculo de mis amistades, en este caso virtuales, pero  paulatinamente me he ido desencantando de ella por los mensajes de odio percibidos a lo largo de varios años .

Uno de ellos,  visceral, fue vertido tras la caída del avión Boeing B-737-200, matrícula XA-UHZ, de la aerolínea DAMOJH S.A, fletada con su tripulación por la empresa Cubana de Aviación,  al salir de aeropuerto de Rancho Boyeros el 18 de mayo de 2018 y que costó la vida a 112 personas con una única sobreviviente.

La  odiosa era una mujer que censuró a “su”  Dios porque no  hizo caer  la aeronave en  medio de la Plaza de la Revolución de la capital cubana para que la dolorosa cifra de muertos  “llegara a las nubes”.

Solo atiné a responderé (aun cuando no hablara conmigo): “Quien se dice   religiosa NO pide esa monstruosidad para sus semejantes, sus compatriotas…    parece mentira que lo haga una mujer, ese “taller natural donde se forja la vida” según dice nuestro José Martí, le censuré.

Con los almanaques pululan los mensajes de odio  llegados a  cotas increíbles, someramente recordemos  las ofensas a ese mismo Martí con mensajes escatológicos y lo peor: no solo    ignorantes  y obtusos sino intelectuales y artistas  rieron  la gracia.

Desde la llegada al poder de Donald Trump se revolvió el avispero  con una turba amenazando, vociferando, proponiendo listas, encabezada por un  genuflexo tipo con turbante, ni árabe  ni hindú,  que pide a gritos una   intervención, pero olvida  que “Pa´ eso hay que tener güevos”, de lo que ellos carecen.

Tampoco hago casos a los “retos” que impone FB y que tantos incautos comparten y comparten sin saber  el propósito de  apropiarse de sus datos, para después utilizarlos a su conveniencia, según revelan los propios gestores de esa inmensa red social.

También me asombro ante quienes ventilan sus conflictos laborales o personales  en esa gran telaraña y se exponen al ridículo.

O de aquellos que anuncian un viaje, con detalles específicos y muchos de los cuales  al regresar comprueban que  han sido robados en sus casas, ello no es privativo de Cuba, sino que los dueños de Facebook alertan desde la génesis de esa plataforma, pero mucha gente “cabecidura” hace caso omiso.

Debo caer mal a mucha gente pero no importa: no les hago el juego a los aborrecibles.

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