martes, 5 de julio de 2016

Patriota de la lengua



Cuando muchacho, sobrellevaba las burlas de mis camaradas  porque no me gustaba sumarme a giros coloquiales  que consideraba vulgares, lesivos a la lengua de Cervantes, y más propiamente, de nuestro Martí; pero la vida es mucho  más rica.
Muchísimo trabajo me dio incorporar a mi repertorio particular  expresiones como “caballo”,  “gallo”  o “ títere” , ello  ocurrió en el propicio contexto del Plan la escuela al campo, en un albergue rodeado de casuchas de trabajadores antillanos junto a cañaverales próximos al central San Germán… aunque   jamás le agregué el “asere”  ( según estudiosos es cubanísimo) y muchísimo menos  el nagüe  o negüe, que sigo considerando de mal gusto; siempre preferí el legítimo “compay”  que profiero orgulloso, aun cuando en la capital, orientales arrepentidos  evitan o critican.

Quizás por la influencia martiana legada por  mis profesores, especialmente los de literatura,  y modestia, aparte aprovechando mis potencialidades, me di a aprender idiomas con preferencia por el inglés , obligatorio en la secundaria, después el francés que no pude estudiar en el pre,  de lo  que  me resarcí en la  escuela  de idiomas de Bayamo… por el camino he cogido algo de portugués e italiano y al menos puedo leer y comprender  en esos idiomas.
Por eso la gente no entiende cómo desde la edad imberbe me molestaban tanto esos injertos entre inglés y  español esos “enyegües” como diría  Pedro Díaz, mecánico y después  jefe de mantenimiento  en el central azucarero Roberto Ramírez, de Niquero.
Sí, porque en esa época proliferaban aún esos híbridos idiomáticos, cuando no  en inglés total, entre una población que a duras penas entendía su propia lengua y mucho menos las foráneas.
Asimismo desapruebo de modo tajante esas modas o modos  en  que cualquiera pone en boga una expresión sin sentido como: “Veníamos para la terminal y había cualquier cantidad de gente” ¿mucha? ¿poca?… o  también pueden decir: “ Cuando veníamos recorrimos el  camino que tú conoces… ¿que yo conozco?, ¡que va si no me lo han presentado nunca !
Últimamente se arraiga:   “En la vida real” como si  los hablantes fueran actores que representan una obra y “lo otro”  es  la cotidianidad.
Lo del baro largo no tiene parangón: “Fulano tiene un baro largo”, y yo me pregunto ¿tiene solo un billete pero le da la vuelta al mundo un par de veces?. Demás está decir que mi mujer y mis hijas me critican ese exceso de celo por nuestra lengua.
Pero yo sigo en mis trece y  volviendo al spanglish veo con alarma como empiezan a proliferar carteles bilingües en muchos puestos de comercio o casas de renta y ahí hasta lo justifico por la afluencia de gente foránea que merece hospitalidad -si se la gana- y una forma es hacernos asequibles en la comunicación.
Pero esa “bilingüidad” se asemeja poderosamente a los carteles de mis años adolescentes con toda la carga negativa que ello representaba.
Nota: este modesto blog está programado para salir los domingos, pero hace varios que no logro conectarme ni por las buenas ni por las malas ¿Qué pasará?

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