domingo, 13 de septiembre de 2020

Secretos a voces

Quien quiera enterarse de los secretos  de determinados hogares, empresas, fábricas y otras instituciones, no tendrá que hurgar en latones de basura, nóminas, tarjetas de estiba, líneas de producción,  actas de comisiones de cuadros ni de asambleas de afiliados.

¡Qué va! Serán los propios implicados quienes lo actualicen de pormenores domésticos, empresariales, jurídicos y contractuales de una entidad con otra.

 ¡Cómo? -dirá usted- Pues muy fácil, en cualquier espacio y momento no importa cuál, el improvisado “secretario” lo gritará a los cuatro vientos.

Ello ocurre en el ómnibus o auto que le da “botella”, al caminar por las calles, en la cola nuestra de cada día, y hasta al encontrar  conocidos o desconocidos en cualquier circunstancia.

Lo vociferan sin tener en cuenta a quienes tienen  alrededor: las personas narran todo lo sucedido, incluso mencionando nombres, cargos y otros detalles que pueden dar a conocer a los presentes identidades o lugares. Y ahí sabemos cuando el jefe se equivocó, el colega violó disposiciones, el marido o la esposa se enamoraron o el hijo marchó a vivir al extranjero.

Antes las barberías eran sitio idóneo para apropiarse de estos noticieros de bolsillo, pero ya su ámbito trasciende, como dijimos, a los cuatro vientos.

Lléguese el lector a una cafetería, paladar o  pizzería aledaña a una gran o pequeña empresa y sabrá “de buena tinta” cuanto sucede en la entidad… cualquiera se pregunta   ¿antes de despotricar las personas  se preocupan  por conocer si los dueños tienen algún lazo de parentesco, amistad íntima o enemistad manifiesta con los aludidos.

Hace varios días caminaba por una de las avenidas de Bayamo y de una acera a otra  una mujer joven ventilaba la bronca  sostenida con su jefe a quien de paso  dio una lección de dirección de empresas.

Y uno analiza ¿de verdad fue así o sucedió todo lo contrario? si de veras existió la confrontación la señora obró de esa manera o se  sintió arrinconada y al hacer la historia pasó de enjuiciada a protagonista.

Eso me hace recordar una movilización de la década de los 90; viajábamos en camión y luego en carreta hacia nuestro destino, un mulato fortachón contó más de 10 hazañas pugilísticas; al llegar a nuestro destino le pregunté como quien no quiere la cosa “ ¿Es usted boxeador?”.

 De más está decir que todos rieron menos él, pero  no habló más de nocaos, opercuts ni jabs… con el tiempo nos hicimos buenos amigos.

Si por casualidad usted aborda  un vehículo de transporte público con un largo recorrido por realizar debe estar dispuesto a que su vecino le cuente vida y milagros, enfermedades, operaciones quirúrgicas, altibajos amorosos y hasta delitos cometidos.

¿Sería muy difícil frenar a un deslenguado?  ¡Claro! solo resta recomendarle discreción ¿podrá acatar la recomendación? No lo creo,  sería arar en el mar.

 

No hay comentarios :