domingo, 26 de julio de 2020

¡Eso habría que verlo, compay!

(Tomado del cartel de la película)

Hoy puedo hablar con propiedad de más de  60 años atrás y de aquellos muñequitos agrupados en Domingos alegres de la editorial mexicana Novaro   que mis viejos me  compraban en los estanquillos o yo mismo  intercambiaba con otros muchachos.
¿Beneficiosos o dañinos? Habría que ver: nos llenaban la mente de una cultura ajena, pero en mi caso  el beneficio vino por otro lado pues mis padres se habían cansado de leerme los muñequitos,  un día se pusieron de acuerdo y me exigieron leerlos yo mismo, algo muy  trabajoso pero a la larga positivo per se, aun cuando los interrumpía  a cada rato para preguntarles el significado de tal o más cual palabra.

Por ejemplo no entendía que   los personajes usaran el verbo jalar cuando tantas veces me habían explicado  lo correcto: halar; años después  conocí y claro, comprendí que en la nación azteca se utilizaban como sinónimos sin restricción social en su empleo.
Lo mismo ocurría con lazar en su significado de enlazar, no usado en  tierras cubanas y sí  propio de las aventuras de Roy Rogers, Gene Autry y otros animados como las aventuras de Cisco Kid, el Llanero Solitario y otros.
En La pequeña Lulú por ejemplo, los chicos les llamaban canicas  a lo que nosotros bolas y así por el estilo… pero la norma cubana se imponía y después de 1959, el Gobierno revolucionario emprendió una batalla campal por preservar la pureza del lenguaje  de Cervantes, con ella   vino la proeza cultural de  la creación de la imprenta nacional de Cuba como contrafuerte  para ello.
Obras cumbres de la literatura salieron de esas prensas y el primero fue El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, con una edición ilustrada  del francés Gustavo Doré y dibujos del español Pablo Picasso.
Asimismo, la labor de la Imprenta Nacional fue decisiva en la preparación y publicación de   las cartillas y manuales utilizadas en el gran suceso educacional que fue en 1961, la Campaña Nacional de Alfabetización, que abrió las puertas del saber a casi un millón de cubanas y cubanos, hasta entonces analfabetos. Otro gran puntal para la cultura nacional.
Después los estudios de animación hicieron un gran aporte a la cubanía de los muñes con Floppi, Chuncha,  Guaso y Carburo, Matojo, Cecilín y Coti y el simpar Elpidio Valdés que permearon con su rica sabia criolla el lenguaje y accionar de nuestros pequeños.
 Pero “pasó el  tiempo y pasó un águila por el mar” y vino la globalización  con sus hitos  económico, tecnológico, político, social y cultural a escala mundial  con la consiguiente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo.
Y en nuestros  hogares criollos mediantes dispositivos, como pendrives que llamamos memorias, por   internet, por copia de anterior  copia llovieron contenidos ajenos a nuestra identidad nacional pero que se arraigan en las fértiles mentes de nuestros niños y  jóvenes como Ben 10, Timón y Pumba, los hermanos Kratt, Pocoyó….
Pero ahí están los muñes cubanos con su modesto y desigual aporte a la lucha contra la globalización como lo hicieron Los valientes  en el animado homónimo al derrotar a  los ratones que pretendían  destruir el huerto escolar.
 Me preocupa que mi nieto de cinco años llame canicas a las bolas y aunque  en casa le corregimos y  le explicamos el equivalente cubano de esas palabras y expresiones podría surgir la pregunta¿Nos derrotará la globalización? ¡Eso habría que verlo, compay!, diría   nuestro patriota  de animación y de lujo, el siempre bien ponderado Elpidio Valdés, del benemérito Juan Padrón.

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