domingo, 19 de julio de 2020

Cinefilia


Cartel tomado de internet
Me confieso cinéfilo debido mi gusto especial por el cine, como mera afición y pasatiempo,  nunca creyéndome   un entendido.
Como en la literatura, comencé por lo elemental: películas de animados de las cuales  en esos momentos  se hacía una mala traducción del inglés cartoon y la equiparaban a cartón y recuerdo más de una vez ver anunciados  en uno u otro cines los “festivales de cartones” que tanto agradecía.

Después vinieron las cintas de héroes y superhéroes como el Capitán Maravilla, Marvila, una especie de versión mujeril del primero, hoy conocida como Wonder Woman, Superman con la kriptonita castrante de su invulnerabilidad y fuerza,  hecho replicado por años después  por adolescentes alienígenas en la serie Rosswell.
Más tarde vino el cine mexicano con su Época de oro y recuerdo  como nos íbamos algunos vecinos con nuestros padres al cine Iglesias  a dos cuadras de nuestros hogares  (en pleno barrio del  San Juan  bayamés ) y todos los muchachos,  salíamos cantando rancheras,  huapangos, corridos…   lo cual  incorporábamos también a nuestros juegos infantiles.
En el campo el arraigo con la idiosincrasia mexicana era más fuerte porque los jóvenes podían montar a caballo, arrear y domar ganado y ya cundo la pubertad llamaba a nuestras puertas, los pueblerinos  sufríamos las mordidas de la  envidia al ver nuestros amigos emulando con los charros.
La irrupción del cine ruso representó un golpe contra todas las producciones norteamericanas de realidad edulcorada, a pesar de que ya apreciábamos cine norteño del bueno.
 Sobre la marcha aprendimos de nuevas técnicas y un nuevo lenguaje cinematográfico, especialmente del género bélico como el filme El Destino De Un Hombre,  encarnado magistralmente por Serquei Bondarchuk sobre el personaje creado por  Mijaíl Sholojov.
También nos  apropiamos de joyas de la literatura ruso-universal como La hija del capitán de Pushkin,  La Guerra y la paz, La madre, El Don apacible, la primera de ellas me impactó notablemente y me sirvió años después para explicar a mis estudiantes de preuniversitario la época, los personajes, el argumento…   la adaptación que vi no era rusa sino italiana aun cuando había una  anterior de la época del cine mudo muy fiel, pero igualmente difícil por lo silente.
En cambio la historia El Tábano de la escritora irlandesa Ethel L Voynich   desarrollada en ambientes de  Italia cuyos patriotas luchaban contra  los invasores austriacos fue llevada al cine por  director y actores soviéticos.
Años más tarde disfruté la cinta  El 41 con el propio actor Oleg Strizhenov,  una estremecedora historia de amor–odio entre rusos blancos y soldados rojos.
Pero mis haberes como espectador de  filmes ruso-soviéticos abarcan desde  Tigres en alta mar, El hombre anfibio, Ellos lucharon por su patria,   Cuando vuelan las cigüeñas, Los amaneceres son aquí apacibles, Moscú no cree en lágrimas, la seriada 17 instantes de una primavera… en una abigarrada y ahora apresurada lista.
Para ver cine tengo una fórmula que me enseñó mi madre, camarada inseparable del “visionaje”: “Dale 20 minutos pues en ese tiempo se decide todo”, decía; eso era  en   casa pues en el cine después que yo entraba veía cualquier película aun cuando me alertaran de que era un “clavo” pues todas  tienen algo valioso y además no quería perder viaje y centavos.
De las cinematografías inglesa, francesa e italiana vi casi  todo lo expuesto en las salas de proyección o en la TV.
 Conocí al gigante    Igmar  Bergman con El séptimo sello en el espacio de Cinemateca del teatro Céspedes y me impactó  lo brutal de su Fuente de la virgen  tanto que la doncella asesinada me perseguía hasta en sueños y no he visto más de ese realizador pues fuera de la capital es difícil apropiarse de muchos de las filmes de la cinematografía mundial.
Vi mucho cine del bueno en los espacios de José Antonio González, Mario Rodríguez   Alemán y Enrique Colina y ahora no me pierdo los viernes de La séptima puerta, con Pérez Betancourt…
Y como en un viaje a la semilla el cine cubano  sobre Cuba  o exhibido aquí, me  bebo  lo producido y rodado desde antes del triunfo de la Revolución `por eso persigo el programa especializado De cierta manera del crítico Luciano Castillo y otros espacios de apreciación… así  pude ver El Mégano, simulacro de incendio… Casta de roble,  una serie de raras gemas de la cinematografía.
¿Soy cinéfilo o no?



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