Cartel tomado de internet |
Como en la literatura, comencé por lo elemental:
películas de animados de las cuales en
esos momentos se hacía una mala
traducción del inglés cartoon y la equiparaban a cartón y recuerdo más de una
vez ver anunciados en uno u otro cines los
“festivales de cartones” que tanto agradecía.
Después vinieron las cintas de héroes y superhéroes
como el Capitán Maravilla, Marvila, una especie de versión mujeril del primero,
hoy conocida como Wonder Woman, Superman con la kriptonita castrante de su
invulnerabilidad y fuerza, hecho replicado
por años después por adolescentes alienígenas
en la serie Rosswell.
Más tarde vino el cine mexicano con su Época de oro y recuerdo
como nos íbamos algunos vecinos con
nuestros padres al cine Iglesias a dos
cuadras de nuestros hogares (en pleno
barrio del San Juan bayamés ) y todos los muchachos, salíamos cantando rancheras, huapangos, corridos… lo cual
incorporábamos también a nuestros juegos
infantiles.
En el campo el arraigo con la idiosincrasia mexicana
era más fuerte porque los jóvenes podían montar a caballo, arrear y domar
ganado y ya cundo la pubertad llamaba a nuestras puertas, los pueblerinos sufríamos las mordidas de la envidia al ver nuestros amigos emulando con
los charros.
La irrupción del cine ruso representó un golpe contra
todas las producciones norteamericanas de realidad edulcorada, a pesar de que
ya apreciábamos cine norteño del bueno.
Sobre la marcha
aprendimos de nuevas técnicas y un nuevo lenguaje cinematográfico,
especialmente del género bélico como el filme El Destino De Un Hombre, encarnado
magistralmente por Serquei Bondarchuk sobre el personaje creado por Mijaíl Sholojov.
También nos apropiamos
de joyas de la literatura ruso-universal como La hija del capitán de Pushkin, La
Guerra y la paz, La madre, El Don apacible, la primera de ellas me
impactó notablemente y me sirvió años después para explicar a mis estudiantes de
preuniversitario la época, los personajes, el argumento… la adaptación
que vi no era rusa sino italiana aun cuando había una anterior de la época del cine mudo muy fiel,
pero igualmente difícil por lo silente.
En cambio la historia El Tábano de la escritora irlandesa Ethel L Voynich desarrollada
en ambientes de Italia cuyos patriotas
luchaban contra los invasores austriacos
fue llevada al cine por director y actores
soviéticos.
Años
más tarde disfruté la cinta El 41 con el propio actor Oleg
Strizhenov,
una estremecedora historia de amor–odio
entre rusos blancos y soldados rojos.
Pero mis haberes como espectador de filmes ruso-soviéticos abarcan desde Tigres en
alta mar, El hombre anfibio, Ellos lucharon por su patria, Cuando vuelan las cigüeñas, Los amaneceres son aquí apacibles, Moscú no cree en lágrimas, la seriada 17 instantes de una primavera… en una
abigarrada y ahora apresurada lista.
Para ver cine tengo una fórmula que me enseñó mi madre,
camarada inseparable del “visionaje”: “Dale 20 minutos pues en ese tiempo se
decide todo”, decía; eso era en casa
pues en el cine después que yo entraba veía cualquier película aun cuando me alertaran
de que era un “clavo” pues todas tienen
algo valioso y además no quería perder viaje y centavos.
De las cinematografías inglesa, francesa e italiana vi
casi todo lo expuesto en las salas de proyección
o en la TV.
Conocí al
gigante Igmar
Bergman con El séptimo sello
en el espacio de Cinemateca del teatro Céspedes y me impactó lo brutal de su Fuente de la virgen tanto que
la doncella asesinada me perseguía hasta en sueños y no he visto más de ese
realizador pues fuera de la capital es difícil apropiarse de muchos de las
filmes de la cinematografía mundial.
Vi mucho cine del bueno en los espacios de José Antonio
González, Mario Rodríguez Alemán y
Enrique Colina y ahora no me pierdo los viernes de La séptima puerta, con Pérez
Betancourt…
Y como en un viaje a la semilla el cine cubano sobre Cuba
o exhibido aquí, me bebo lo producido y rodado desde antes del triunfo
de la Revolución `por eso persigo el programa especializado De cierta manera del crítico Luciano
Castillo y otros espacios de apreciación… así pude ver El Mégano, simulacro de incendio… Casta de roble, una serie de raras gemas de la
cinematografía.
¿Soy cinéfilo o no?
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