domingo, 28 de junio de 2020

Rosalía


Añejos habitantes de Bayamo  la recuerdan con su sonrisa perenne en lo más antiguo del barrio San Juan, con su paso breve aunque rápido, rumbo a los oficios religiosos o a realizar algún mandado, sin jamás alterar la voz o dedicarle a nadie una frase malsonante.
La nombraban Rosalía y tenía un halo de beatitud que no empañaba nada, ni siquiera los peores momentos del día o su progenitora que  al parecer había cursado un doctorado en amargarle la vida al prójimo.

Hacía gran honor a su nombre pues Rosalía es un nombre femenino de origen latino que significa 'llena de flores'. Se refiere a todo lo relativo a la rosa. Las "rosalías" eran unas celebraciones romanas en que se hacían guirnaldas de rosas para los difuntos y ella era especial para auxiliar al desvalido.
Como maestra,  tenía una paciencia especial para soportar y educar a los chicos, no heredada sino curtida  por los años de escuchar improperios y maltratos  de su mamá, no siempre dirigidos a ella, y al parecer le resbalaban por encima de la piel y la conciencia.
Su pequeño colegio particular ocupaba algo más de pieza y media y allí instruía, como lo hacían en su tiempo las maestras particulares quienes  preparaban en aritmética y lenguaje a niños que más tarde estudiarían en colegios públicos o privados y los mantenía callados, aplicados.
 Si surgía  algún alborotador ella lo aconsejaba y  le reñía en términos suaves;  si por el contrario lo escuchaba su madre lo convencía con algún buen coscorrón,  pellizco de pinza o un abanico de repelones. Los chicos le tenían horror a Doña Histeria, como me dijo alguno que la apodaban.
El ama, devenida rechazada da auxiliar pedagógica, era  una viejecita menuda con un mal genio  de siete suelas cuyo origen parece estar  en algún devaneo extra hogareño  de su ex esposo y que la cónyuge jamás perdonó.
La hija, toda amor, atendía al señor  cuando él llegaba su puerta; pero las maldiciones llovían a cántaros hacia el viejito que en la segunda mitad del siglo XX del pasado siglo parecía un pordiosero, Rosalía le llevaba las tres comidas diarias, pero lo hacía en su  acera o en la de enfrente para escapar un poco aquellas peleas.
 Como buena beata era muy consagrada a la iglesia mayor  hoy catedral Bayamo -Manzanillo, allí hacía de todo desde lavar los manteles y tapetes limpiar  altares  contribuir a las obras humanitarias, visitar enfermos  y todo lo que estuviera a su alcance como buena católica.
Con el tiempo dejé ver a sus mayores y un día dejé de verla ella y por vecinos me enteré mucho después que había partido de este mundo.

Dondequiera que está de seguro su sonrisa plácida, como siempre, ilumina su rostro.

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