Añejos habitantes de Bayamo la recuerdan con su sonrisa perenne en lo más
antiguo del barrio San Juan, con su paso breve aunque rápido, rumbo a los
oficios religiosos o a realizar algún mandado, sin jamás alterar la voz o
dedicarle a nadie una frase malsonante.
La nombraban Rosalía y tenía un halo de beatitud que no
empañaba nada, ni siquiera los peores momentos del día o su progenitora
que al parecer había cursado un
doctorado en amargarle la vida al prójimo.
Hacía gran honor a su nombre pues Rosalía es un nombre femenino de origen latino que significa 'llena de flores'. Se refiere a todo lo relativo a la rosa. Las "rosalías" eran unas celebraciones romanas en que se hacían guirnaldas de rosas para los difuntos y ella era especial para auxiliar al desvalido.
Como maestra, tenía
una paciencia especial para soportar y educar a los chicos, no heredada sino
curtida por los años de escuchar
improperios y maltratos de su mamá, no
siempre dirigidos a ella, y al parecer le resbalaban por encima de la piel y la
conciencia.
Su pequeño colegio particular ocupaba algo más de pieza
y media y allí instruía, como lo hacían en su tiempo las maestras particulares
quienes preparaban en aritmética y
lenguaje a niños que más tarde estudiarían en colegios públicos o privados y
los mantenía callados, aplicados.
Si surgía algún alborotador ella lo aconsejaba y le reñía en términos suaves; si por el contrario lo escuchaba su madre lo
convencía con algún buen coscorrón, pellizco de pinza o un abanico de repelones.
Los chicos le tenían horror a Doña Histeria, como me dijo alguno que la apodaban.
El ama, devenida rechazada da auxiliar pedagógica, era una viejecita menuda con un mal genio de siete suelas cuyo origen parece estar en algún devaneo extra hogareño de su ex esposo y que la cónyuge jamás perdonó.
La hija, toda amor, atendía al señor cuando él llegaba su puerta; pero las
maldiciones llovían a cántaros hacia el viejito que en la segunda mitad del
siglo XX del pasado siglo parecía un pordiosero, Rosalía le llevaba las tres
comidas diarias, pero lo hacía en su acera o en la de enfrente para escapar un poco
aquellas peleas.
Como buena beata
era muy consagrada a la iglesia mayor
hoy catedral Bayamo -Manzanillo, allí hacía de todo desde lavar los
manteles y tapetes limpiar altares contribuir a las obras humanitarias, visitar
enfermos y todo lo que estuviera a su
alcance como buena católica.
Con el tiempo dejé ver a sus mayores y un día dejé de
verla ella y por vecinos me enteré mucho después que había partido de este
mundo.
Dondequiera que está de seguro su sonrisa plácida, como siempre, ilumina su rostro.
No hay comentarios :
Publicar un comentario