“Los Estados Unidos no son
tan unidos na´…”, decía hace algo más de
dos décadas atrás Antonio Jerez Mayor, un historiador empírico bayamés con una
claridad notable en esos temas.
El hombre era un
radiotécnico de altas luces y según refería, como estudiante pobre “que se le
colaba a la química”, fabricó unas baterías húmedas, con sus respectivos
electrodos y sulfatos de zinc y cobre que le hicieron ganar el alias de Paco
Pila.
Con respecto a la primera frase,
que encabeza estas líneas Paco decía: “Revisa bien el origen de la nación de
las barras y las estrellas y verás”.
Y si uno recorre desde la
punta la historia de los Estados Unidos topará con la celebración del Día de acción de gracias,
muy bonito en tarjetas y fotos familiares y magnificado hasta la saciedad por
los medios audiovisuales.
Según la historia, el Día
de Acción de Gracias es una fusión de las fiestas de la cosecha, celebrada por
los colonos europeos, y las celebraciones del final de cosecha que también
realizaban los aborígenes norteamericanos.
Se cuenta que su origen se
remonta hacia 1621, en la colonia de Plymouth, cuando los colonos, los peregrinos
del barco Mayflower luego de pasar un invierno lleno penurias y privaciones,
fueron auxiliados por los indígenas, quienes se compadecieron de su situación y
les ofrecieron ayuda en las labores de cultivo, caza y pesca en la siguiente
primavera.
De modo que, en otoño del
mismo año, los colonos ofrecieron un banquete de agradecimiento por la buena
cosecha, al cual invitaron a los indígenas, que también aportaron sus cositas (entre
estas el pavo salvaje) que da origen culinario a la cena y celebración.
Pero lo idílico solo fue
en las crónicas de quienes las escribieron, otros indios no permitieron aquella
invasión a sus vidas, llevada a cabo por los separatistas puritanos ingleses y fueron diezmados, contagiados con
enfermedades desconocidas, violadas sus mujeres como parte de un rosario de
calamidades, aunque esa guerra la circunscriben los cronistas solo a “una de
una serie de enfrentamientos brutales”, vagamente recordados entre nativos
americanos y colonos, que ocurrieron en Nueva Inglaterra, Nueva York y
Virginia.
Muchos historiadores y
blogueros independientes puntualizan que
la memoria popular se ha aferrado en gran medida a la imagen inocente de una celebración de la cosecha, pero nada o
muy poco se dice de las peleas mortales que finalmente separarían a los
descendientes de los invitados de esa misma fiesta.
Esta es la primera en la
sucesión de separaciones que caracterizan a la sociedad norteamericana…
entonces ¿Gracias por qué?
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