"El mejor pinchazo", (tomado del periódico Escambray) |
En la humilde opinión de este redactor habría que
desterrar de nuestro vocabulario la frase “percepción del riesgo”, con respecto
a la Covid-19 y sustituirla por otra más cruda o aterrizada,
concreta, descifrable por todos.
¡Total! Si ante los ingentes esfuerzos hechos por el Gobierno
y la Salud Pública cubanos, apoyados por diversas instituciones, unos cuantos irresponsables
con sus actitudes serruchan el piso a las buenas intenciones.
¿Será que de tanto repetir la expresión causa el efecto
contrario al procurado? No lo creo.
Entendidos definen que la percepción del riesgo es el
juicio subjetivo de las personas sobre las características y la gravedad de determinada
eventualidad.
Por eso preocupa
tanto la carencia de percepción
de riesgo en segmentos de una población
instruida como la cubana, informada hasta la saciedad, sin alarmas ni pánico,
pero con elementos convincentes para conocer y
enfrentar correctamente los lances de la pandemia.
Pero ¿qué hacer si varios amigos y una familia completa, desde la
abuela hasta el nieto menor, se bañan en
un aguacero con tormenta eléctrica a
despecho de las descargas y por supuesto sin mascarilla, qué hacer si están jugando a la ruleta rusa con dos balas o dos probabilidades de muerte? Vean
que triste; puede alcanzarlos un
rayo o contagiarse con el virus ¡encabúllame
ese trompo querido lector!
¿Qué hacer si alguien,
contra todas las ordenanzas con respecto
al transporte, (prohibitivas del traslado entre provincias, e incluso
intermunicipal) se encarama en un camión o rastra, furtivamente o con la venia
del chofer? Ahí tanta culpa tiene quien mata la vaca como el que le sujeta la pata.
Si en una entidad
determinada o en plena calle alguien baja su mascarilla y deja fuera la nariz y
conversa con sus allegados ¡demontre, si por ahí es por donde más fácilmente
ataca el bicho!
Evidentemente esa gente no lee la prensa, no escucha
radio ni ve televisión cuyas publicaciones o emisiones brindan excelente información sobre el tema.
Entonces qué hacer pues estas actitudes obligan a una
revisión más efectiva, a la aplicación de la ley sin medias tintas, es preferible
un correctivo a tiempo que la muerte dolorosa por el coronavirus.
Recuerdo en mis tiempos de niñez y adolescencia que lo mismo
venía un guapetón exhibiendo el puño que una persona noble se veía obligada a
esgrimirlo también, con una frase consabida en ese tiempo: “Huele a peligro!” o
“Tú sabes donde dice peligro”.
Pero la pandemia
esgrime un puño invisible y por tanto
más peligroso, los resultados bastante halagüeños no obedecen a la casualidad,
sino a un esfuerzo mancomunado desde la
dirección del país hasta las áreas de salud en cada barrio, como dondequiera huele a peligro, el nasobuco, las medidas
individuales y sociales de salud son primordiales.
Solo la disciplina nos hará vencedores.
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