domingo, 3 de mayo de 2020

Use mascarillas


Existe una prenda cuyo uso fue improbable hasta hace muy poco en Cuba, pero que  irrumpió con fuerza en nuestras vidas hace cerca de dos meses, se trata de la mascarilla que inicialmente solo fue quirúrgica y hoy pulula por nuestras  ciudades aunque algunos la usen solo a regañadientes o con el oportuno consejo policial.
El nombre que más se le ha popularizado es el de nasobuco que indica nariz y boca, antes, cuando solo se usaba con fines médicos se le llamó tapabocas, cubrebocas, pero la gente lo ha popularizado y a veces con un cambio inexplicable  le dicen nasabuco, error compartido por profesionales entrevistados por los medios de  prensa.
Como parte  de la jerga médica le acortan el nombre y lo nombran “naso”, barbijo,  cubrebocas…  pero hay modas y modos de nombrarlos; Chichi una vecina, les dice sabonuco, a lo mejor por aquello de que muchas costureras los confeccionaron con sábanas y ahora “mejoró” las llama masabuco; Ana Beatriz, una abuela les dice seborucos y no hay quien la saque de eso, su hija Beatriz los fabrica  y regala de varios modos y modelos; escuché a jodedor callejero con un lenguaje aleccionador a su colega: ”No salgas sin el bozal”.
Posiblemente todos  hayamos  visto en  películas, documentales o noticieros a japoneses, chinos y  nativos  de otros  países asiáticos utilizar mascarillas sanitarias  desde hace mucho y surge la lógica pregunta ¿por qué?
La historia
 Al  ser azotada esa región oriental  por  sucesivas epidemias originadas por fuertes virus que amenazaron, e incluso diezmaron  a su población de manera drástica, surge esa barrera  de contención que puede ser de distintos materiales textiles o de otra índole y que deja de ser efectiva si no se observa una adecuada conducta social y sanitaria basada en el lavado frecuente de manos, brazos, zapatos,  ropa ¡ah y la desinfección!
Hablando en plata se trata de aislamiento social,  la mejor medicina contra el nuevo coronavirus y muchos de virus  antecedentes.
 Todo comenzó cuando en Japón se originó una pandemia de gripe, a principios del siglo XX, que mató entre 20 y 40 mil personas en todo el mundo, más de todas las pérdidas humanas que dejó la Primera Guerra Mundial. Los brotes de esta gripe llegaron a reducir en un cinco por ciento la población de  India.
Cubrir la cara de las personas con pañuelos, manteles, velos y máscaras pasó a ser una acción cotidiana para contribuir a cercar  la enfermedad. Todo esto acabó en 1919 en muchas partes del mundo, pero solo de manera temporal.
En 1923, un terremoto desencadenó una cadena de acontecimientos infaustos. Primero un incendio que consumió más de  medio millón de hogares de una de las zonas más pobladas de Japón. Luego, el cielo se tornó negro a causa de las cenizas y el humo. Durante semanas continuaban cayendo cenizas y la calidad del aire fue pésima durante todo ese tiempo.
Tokio y Yokohoma sacaron sus máscaras y comenzó a ser común ver a los transeúntes con esta protección en su rostro para no aspirar cenizas y luchar contra la calidad del aire.
En 1943 otra epidemia de gripe volvió a atacar Japón. Nuevamente, las mascarillas volvieron a tomar importancia en la zona y con el paso del tiempo fue cada vez más común ver una y otra vez a más japoneses con estas protecciones… las personas sanas las usaban para proteger su salud y quienes estaban contagiados para no transmitir los virus. Loable.
En 1950, luego de la Segunda Guerra Mundial la calidad de aire empeoró, de nuevo Japón en mascarillas.
 Las máscaras quirúrgicas simples protegen al usuario de ser salpicado en la boca con fluidos corporales así como de rociar y contagiar a sus pacientes. También le impiden tocarse la nariz y la boca, acción que podría provocar transferencias de virus y bacterias habiendo tenido contacto con una superficie contaminada y luego contaminar al paciente por contacto. Por tanto reducen el esparcimiento de las famosas “gotículas” portadoras de bacterias o virus generadas al estornudar o toser.   
Algunos países niegan la efectividad de estas máscaras y por eso  y el descuido social el virus se ha diseminado como la peste invisible, claro ejemplo es el de Estados Unidos.
Las expuestas son razones válidas para no dejar de usar la mascarilla, al menos mientras el virus aceche y mate.



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