Mi madre no soportaba los cementerios, no por miedo,
era repulsión nacida acaso por
ver marchar los sarcófagos de sus padres por un caminito hacia el pequeño
camposanto rural, con solo cinco años era la mayor de tres hermanos que se
asomaron en solo tres meses a la orfandad total.
Solo recuerdo haberla visto en los entierros de mis
abuelos paternos y cuando prematuramente murió Manolito, el hermano de crianza
más querido; entonces sentenció que no volvería a pisar una tumba ni ponerse luto y aunque tenía días malos al
evocar a sus difuntos no era una persona triste, todo lo contrario.
Le gustaba reír, bromear, disfrutar… desquitarse de la
vida que le había aportado muchos sinsabores y que ya con su casita terminada
sus dos hijos grandes, una nieta parecía… sonreírle.
¡Pero no! una cruel y bastante corta enfermedad nos la
arrebató cuando apenas había cumplido 59 años. Mi hermana y yo junto a otros
familiares visitábamos aquella modesta bóveda de azulejos blancos, ribeteados
en verde y allí le contábamos nuestros
anhelos, triunfos y desesperanzas.
Pero el segundo día de las madres después de su muerte la necrópolis de Bayamo estaba tan llena, el camino desde el puente sobre el río casi intransitable por la cantidad de ciclistas, peatones y vehículos y dentro del cementerio había tanto dolor multiplicado, incluso con muestras de morbosidad, que decidimos homenajear a nuestra madre en casa tanto el 8 de septiembre día de su natalicio como en el de las madres.
Pero el segundo día de las madres después de su muerte la necrópolis de Bayamo estaba tan llena, el camino desde el puente sobre el río casi intransitable por la cantidad de ciclistas, peatones y vehículos y dentro del cementerio había tanto dolor multiplicado, incluso con muestras de morbosidad, que decidimos homenajear a nuestra madre en casa tanto el 8 de septiembre día de su natalicio como en el de las madres.
Hoy la realidad de la Covid-19 impone la recordación a
la madre muerta en el corazón de cada cual, no es laborantismo: los cementerios
son sitios donde pululan los gérmenes y es preciso “no ponérselo fácil” al nuevo coronavirus.
Quienes tienen la madre viva podrán llamarla, enviarle sus tarjetas flores, regalos, o visitarlas, todo con la mayor seguridad
posible para que el año entrante sean
más los que abracen con todo amor a la que les dio la vida.
No hay comentarios :
Publicar un comentario