El aplauso es expresión de
beneplácito mediante palmadas. Suele esperarse que los espectadores aplaudan
tras una representación, digamos un
concierto musical, un discurso público o una obra de teatro.
Pero, de manera especial, palmear para congratular es el galardón, el alimento
espiritual más preciado de un artista.
Por eso cada noche a las
nueve en punto, en la intimidad de nuestro hogar, en un balconcito de un metro ancho,
ensalzo a mis héroes.
Lo hace una parte de mi familia en Ciudad de la Habana, otra parte lo ejercita en distintos barrios periféricos o céntricos de Bayamo… de cuando en cuando en medio de la aclamación, me detengo por un momento y percibo aplausos como cascadas y hacia el fondo de mi casa escucho la voz de Raquel, una de las camaradas del Callejón de la bicicleta: “Vecinos, son las nueve, vamos todos a aplaudir a nuestros médicos”.
Al principio me quedaba
adormilado esperando la hora del reconocimiento, pero agradezco a mi vecino Leonardo,
quien
con sus fuertes aplausos familiares me convida al homenaje.
Si estuviera solo,
aplaudiría sin importar que me consideraran loco, ¡qué va, si loco fue Alonso Quijano el bueno,
y esa sublime demencia lo llevó a vestir una vieja armadura, tocarse con una
bacía de barbero y salir al mundo a reparar injusticias!
Pero divago. ¿Quijote yo? ¡Qué
va, Quijotes nuestros médicos, enfermeros estomatólogos y personal auxiliar…
nuestros queridos estudiantes en sus pesquisas diarias, quienes aplanando
dificultades forjan su hermosa obra.
Caballeros andantes ellos,
enfrentados a molinos de viento mil
veces más peligrosos que los narrados
por Miguel de Cervantes en ese monumento
literario, gloria de la Literatura española y Universal, su inigualable El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Los molinos de hoy son las
mentiras e injurias que algunos
descocados lanzan contra nuestros
trabajadores de la Medicina, enfrascados en una labor brillante y
pura como el diamante… mentiras y difamaciones nunca han podido, ni hoy
pueden, ni nunca podrán empañar su ejemplo.
Los enemigos de las misiones médicas cubanas se exprimen la mente y no hallan nada malo qué decir, las bolas son voluminosas, pero asimismo vacías de significado, son como globos, desinflados ante la primera arista de verdad.
Los enemigos de las misiones médicas cubanas se exprimen la mente y no hallan nada malo qué decir, las bolas son voluminosas, pero asimismo vacías de significado, son como globos, desinflados ante la primera arista de verdad.
El ejemplo de los cubanos
perdura, muchos países la piden y hacia allá van nuestros galenos, firmes para
combatir la Covid 2019; van donde los
llaman, con experiencia sedimentada, con los adecuados medios de protección, a
arriesgar piel e integridad por defender la salud ajena y la
propia.
Y mire Usted, amigo lector,
la validez de esta refrán: “No hubo lengua que habló que Dios no castigó”;
ahora esos pueblos cuyos gobiernos dieron por terminada la
colaboración médica cubana a cajas destempladas se halan los pelos, quisieran
tener allí a los doctores cubanos, pero como sus “regidores” temen al amo yanqui, no dan su brazo a torcer
y traicionan el sufrimiento.
El asunto llegó al clímax: cadáveres apestando en calles y domicilios, por deficientes infraestructuras de salubridad o porque las pompas fúnebres y cementerios son
privados y hacen oídos sordos a cada tragedia
particular.
Tal es el triste caso de
Ecuador.
¡Qué pena con ese pueblo y
con otros que añoran a “ese doctorcito cariñoso y amado como un hermano”.
Yo, por eso y mucho más, celebro
a mis héroes con palmadas fuertes y sinceras.
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