domingo, 12 de abril de 2020

Retiro


He engordado cuatro libras y seis onzas desde que el día 26 de marzo me puse en recogimiento hogareño, en atención a mis 70 años bien cumplidos, y como parte de un grupo vulnerable ante la pandemia que azota al mundo.
Me protejo del coronavirus, pero a ese paso pronto estaré obeso… ya veré que hago.
El primer día de recogimiento sentí una especie de angustia y de cuando en cuando quieren atacarme repuntes de mal humor, pero los domino. Debo tener calma.
¿Aburrimiento? Ni por asomo, pues por fortuna, pertenezco a ese grupo de personas que siempre encuentran algo útil que hacer, aunque de tan cerca venga la recomendación, como decían los viejos ante cualquier asomo de autobombo.
Leo mucho, sobre todo noticias. Escribo mis crónicas y comentarios. Vuelvo a leer.
Ahora agradezco mucho una mochila llena de libros de Historia que Caridad Alina,   antigua alumna y actual compañera de trabajo de Carmen,  mi mujer, me donara hace unos meses; lo hizo porque pensó que ese legado de su progenitor debía caer en manos de quien lo apreciara mucho y, de hecho, lo hago.
Por cierto, estoy disfrutando un pequeño volumen titulado La expedición de Campeche, posterior a la epopeya del yate Granma y que   mi juicio complementa varios elementos de la lucha insurreccional contra Batista.
Su autor, el santiaguero Oscar Asensio Duque de Heredia, además de los hitos históricos que revela durante la estancia mexicana de emigrados revolucionarios cubanos, posee un magnífico dominio del lenguaje, de la descripción de paisajes y caracteres y, de veras,  quisiera leerlo a toda hora.
Mi mujer ha asumido una de las tareas que me gustaban y es hacer los mandados   pues en las colas, además de adquirir productos, uno encuentra coetáneos y no contemporáneos e intercambia mucho, pero bueno, para eso también habrá que esperar a que la pandemia ceda ante la profesionalidad de nuestro personal de salud y la autodisciplina de cada uno.
Duermo como nunca; de madrugador he pasado a remolón y no hay ruido (en casa   llamamos Pepe o Cuco Bulla a los transgresores del silencio), calor, ni otro agente externo que me haga renunciar a esos celestiales 20 minutos de siesta.
Carmen y yo vemos casi todo lo que pone la televisión cubana y, si algo me falta, bajo a casa de mi hermana, separada de la mía por 11 escalones, y completo.
Irme en los atardeceres a la azotea representa mi gusto por los espacios abiertos, desde ahí pulso el acontecer de la calle, sigo las peripecias de mis vecinos palomeros o cometeros, cuidando mi espacio de los hilos enredados o de las “necesidades” de las aves.
Siempre a las nueve de la noche, aplaudo a los trabajadores de la Salud Pública
Así, más o menos paso el tiempo, añorando el día que, reunidos todos, pueda darles el abrazo a todos mis familiares para lo que tendremos que enlazar las manos, pues será una caricia ancha como una ceiba.
¡Ah! Comencé hoy con cinco minutos de trote en el lugar.

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