No sé si este es el nombre real de la bebida, pero
mientras comentaba con la vieja amiga Ángela González acerca de las mañanas de San
Juan, ella me explicó que en su barrio de El Almirante, en las afueras de Bayamo hacían esa celebración de un modo
que a mí me pareció sui generis.
Cuenta Angelita que cada 24 de junio sus padres los
llamaban a ella y sus hermanos a las cinco de la madrugada, pues a esa hora
pasaba una vecina que los cuidaría hasta que
llegara el resto de la familia y
partían hacia las márgenes del río Bayamo a celebrar el San Juan.
Allí sus mayores llevaban toda clase de golosinas y otras por preparar, los varones pescaban en
el río y mientras se freían los pescados, los chapuzones en las aguas, calenticas
a esa hora, parecían no tener fin.
“Los muchachos tomábamos jugos de frutas y las frutas
frescas, después atacábamos biajacas y truchas los pescados y todo a lo
que se le pudiera dar diente”, rememora Angelita, “pero había un atractivo
especial y era una bebida que se consumía especialmente ese día, era el ron gotel”.
“Se preparaba al estilo de la crema de Vie: azúcar
blanca. leche condensada huevos,
pizca de sal, vainilla, ron blanco…la diferencia es que este ron gotel tenía un
acabado distinto de la referida crema de vida.
“Cuando ya los ingredientes estaban a punto, se
amarraban las botellas por el pico y dos hombres o muchachos cada uno por un extremo de la soga las agitaban o mecían como en el popular
juego de la suiza, en que un jugador salta al compás de la soga y los dos que
sostienen el extremo procuran que pierda el paso.
Dice Ángela que así la bebida tomaba un sabor muy
peculiar “de solo recordarlo se me hace la boca agua”, evoca.
Ese día era una fiesta para las familias cubanas, en el
ambiente fluvial había comidas preparadas expresamente para los bañistas o
guisadas directamente junto a los ríos para mitigar el apetito insaciable de
aquellos.
Algunos viejos decían en broma o aferrados a la
tradición (la cristiana sustituía a las paganas) que el agua del 24 de junio
servía para fortalecer y conservar la juventud, y después
de estas fiestas y meriendas en plena campiña, se disfrutaba la alegría y el
entusiasmo del momento.
El 24 de junio es asumido de forma diferente en
distintas ciudades cubanas, pero tiene en común que muchos pobladores van muy
temprano en la mañana a ríos y arroyos para disfrutar de sus aguas, “se
consideraba momento de sortilegio y adivinaciones: con huevos, agua, árboles y
otros elementos de la naturaleza; el fuego como constante secreta para limpiar
el ambiente”, según explican las enciclopedias Wikipedia y Ecured.
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