Todo lo que suceda entre el
suelo y el firmamento cubanos tiene inmediata repercusión en el mundo, siempre
ha sido así, para bien o para mal.
Pero, desde 1959 las
transnacionales de la información opacan los
grandes logros de la medicina, cultura,
deporte, turismo y otras esferas de la vida nacional, los ocultan, minimizan o fabrican preeminencia artificial a sucesos irrelevantes, para restar brillo a nuestros
éxitos. No es paranoia, hablamos con toda propiedad, una mirada retroactiva de 60 años lo confirma.
Con nuestras desgracias sí hacen el pan, por
ejemplo: si pasa un ciclón por zonas agrícolas de Baracoa u hoteles en los cayos y arrasa, o si un tornado
prácticamente borra sectores
de tres municipios de la capital hacen fiesta, nunca hablarán de los esfuerzos
estatales para resarcir daños materiales y espirituales. ¡No, qué va!
Inclusive tratan de
empañar la imagen de nuestras autoridades con burdos montajes, demolidos por usuarios de las redes, conocedores de la verdad y amigos de verdad.
Pero no dicen que en solo pocos meses dichas autoridades,
junto al pueblo, protagonizan recuperaciones
sin precedentes.
Asimismo difunden imágenes
pre revolucionarias con imágenes placenteras y otras supuestamente actuales
donde todo es caótico y obvian la realidad de que las masas sufrían hambre,
pobreza, insalubridad, parasitismo galopante y aquello idílico solo era un
delgado barniz.
Las redes sociales, tan
útiles en múltiples sentidos,
implementan campañas similares cuando las cuatro letras gloriosas de nuestra nación
son mencionadas, con una sustancial diferencia: en los casos de las
publicaciones periódicas, aunque malvada, hay profesionalidad, pero en la “telaraña mundial” existe de todo:
desde el intelectual hasta el ignorante.
Muchos de los detractores nacieron aquí; unos de padres pudientes, pero los más, surgidos de
familias modestas o pobres que recibieron beneficios y cambios
sustanciales en sus modos de vida al triunfo de la Revolución social encabezada
por Fidel.
A muchos de ellos sus
mayores no les explicaron dolorosas verdades:
los ricos apenas miraban a los pobres, había de todo pero para todos…ahora fuera de aquí quieren equipararse a los acomodados.
Las telenovelas latinoamericanas
tienen un gran valor al reflejar que los pobres deseosos de empinarse por encima de
su status son fulminados con un adjetivo
de fuerza devastadora: ¡igualados!
A esos mismos arribistas
foráneos o asalariados del patio les da “dentera”
cualquier logro de la sociedad cubana, por
ejemplo el bayamés Paseo de Los Alazanes,
ha sido vitoreado mayoritariamente, pero vilipendiado por unos cuantos que apetecerían disfrutar del entorno y la brisa proveniente
del sureste oriental.
A nuestro juicio, amén de
otras motivaciones hay una poderosa razón, les “pica y mortifica”, como resume la
expresión del prestigioso escritor radial y cinematográfico, actor, poeta,
narrador y activista social cubano Félix B. Caignet: “Envidiar es admirar
con rabia”, El precursor de la telenovela en América Latina combatió en sus
obras la droga, la discriminación racial
y la niñez desamparada de las calles. “O sea –puntualizó- escribí cosas que la
Revolución después llevaría adelante”
Esos mismos males que los
hipercríticos de la Revolución quisieran entronizar aquí.
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