Los
alumnos de la escuela primaria Cinco de Septiembre dieron por su Habana y por
Cuba toda, su alegría, inocencia, esperanzas,
amor y respeto en un colorido festejo de disfraces el 15 de noviembre último,
en vísperas del cumpleaños 500 de la villa.
Mi
cuarto nieto, Alejandro, no cabía del embullo desde que dijo que iba a “ser Carlos
Manuel de Céspedes”, desde la tarde antes su mamá buscó diversos modelos de
bigotes antiguos, por la noche el escogido fue recortado
y coloreado por el padre, a la mañana siguiente me tocó la honrosa responsabilidad
de escoltar al niño en el patio del plantel para que no perdiera el mostacho y
la perilla en los correteos habituales, porque para fijarlo al rostro solo
teníamos precinta transparente… unas
gafas completaban la versión libre del atuendo.
En
honor a la verdad a mí se me parecía más a Perucho Figueredo y a mi hermana se
le asemejaba más a Máximo Gómez por el tipo de bigote, pero lo cierto es que él
estaba orgullosísimo y cuando le preguntaron por primera vez pronunció el
nombre del Padre de la Patria y todos los demás lo asumieron como tal,
especialmente una chiquilla llamada Luna que respondía por mi nieto cada
pregunta.
Otra
chica muy zalamera se paseaba vestida a la usanza de los años 50 y cuando le
pregunté de qué iba disfrazada me contestó que no podía decirme.
En
una de las vueltas que dio por el patio pude notar una almohada en la parte posterior
de su cuerpo y Luna no corta ni perezosa me reveló:”Está disfrazada de la
Engañadora (y entonces recordé el pegajoso chachachá de Enrique Jorrín).
Un
chico alto y delgado estaba vestido como Fidel, otro menudito traía unas gafas
de carnaval, un sombrerito y encarnaba a
un simpático viejito con dolores lumbares, custodiado por un diminuto médico…
…
Había princesas, bailarinas, policías… y toda una gama de oficios y profesiones
que además de a La habana hacía honor a sus padres y maestros.
Para
que no faltara la nota discordante unos dos días antes una madre mal encarada
decía: “Yo no voy a disfrazar a mi hija ni de maestra, enfermera o cosmonauta dejen
la bobería…
Pero
los chicos, los padres y abuelos
disfrutamos mucho esa sui generis celebración… ¡ah! un detalle: a Alejandro no
se le cayeron el bigote ni la barbita.
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