Apuro es sinónimo de aprieto, pero no siempre, si no
que lo diga José Luis, mi amigo de la infancia, a quien el apuro se le
convirtió en un desmadre o sea una pérdida de la medida y la moderación en el
comportamiento.
Pepe Luis hacía dúo con este servidor en la honrosa tarea de preparar a los oradores
en las diversas tribunas abiertas que acaecieron después del naufragio y
posterior secuestro del niño Elián y que contribuyeron a su devolución a su padre,
familia y país legítimos.
Mi camarada padecía de una colitis incipiente aunque él
ni lo sospechara; el día del acto correspondiente al municipio de Jiguaní
dormimos en la escuela de instructores de arte Cacique Hatuey y desayunamos muy
temprano.
Yo evité los lácteos, pues después descubrí que tenía
un padecimiento similar al de José Luis, pero este sabedor de los beneficios
del yogur lo aprovechó de dos sabores: fresa y chocolate, ”para
hacer honor a la película”, dijo.
Amanecía. El viaje hasta Dos Ríos es relativamente cerca, desde ese plantel
ubicado en las inmediaciones de las fronteras de Bayamo, pero al salir de Jiguaní
a mi amigo le empezaron unos retortijones que se fueron agudizando a medida que
nos acercábamos al lugar, al llegar comprobamos
que los baños portátiles estaban cerrados con llave, ya a mí que no
había consumido lácteos me estaba atenazando un dolor similar.
Amos desanduvimos un camino auxiliar que habían hecho la víspera para darle más
apertura a las entradas y salidas de carros, me adentré en un bosquecito de
árboles maderables y José Luis pasó como
una flecha para penetrar aún más en la fronda; ya venían estudiantes de
distintas enseñanzas que coreaban consignas y entonaban cantos patrióticos, me
paré a verlos a la vera del camino y a esperar a Pepe Luis.
Este no retornó con la celeridad con que había ingresado en el cayo de monte, pero
venía pálido, demudado, sudoroso.
-¿Qué te pasó?-inquirí.
-He pasado la mayor vergüenza de toda mi vida –
declaro- me alejé lo más que pude del camino para que nadie me viera en la
posición vergonzosa que iba a adoptar, lo hice y exoneré ampliamente el vientre y me alivié los dolores.
- Si resolviste ¿por qué regresas así que parece que
viste un muerto?
- ¡Porque casi lo vi! Sabes que en el campo construyen unos fregaderos en la ventana de la cocina con la plataforma hacia afuera,
pues cuando me higienizaba después de “dar del cuerpo” tenía un lavadero de esos encima de mí y una
cariñosa viejita me preguntó ignorando mi “indigna” posición que si quería
café, ¡lo mejor para mí hubiera sido que la tierra me tragara!
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