domingo, 8 de diciembre de 2019

Apuro


Apuro es sinónimo de aprieto, pero no siempre, si no que lo diga José Luis, mi amigo de la infancia, a quien el apuro se le convirtió en un desmadre o sea una pérdida de la medida y la moderación en el comportamiento.

Pepe Luis hacía dúo con este servidor  en la honrosa tarea de preparar a los oradores en las diversas tribunas abiertas que acaecieron después del naufragio y posterior secuestro del niño Elián y que contribuyeron a su devolución a su padre,  familia   y país legítimos.
Mi camarada padecía de una colitis incipiente aunque él ni lo sospechara; el día del acto correspondiente al municipio de Jiguaní dormimos en la escuela de instructores de arte Cacique Hatuey y desayunamos muy temprano.
Yo evité los lácteos, pues después descubrí que tenía un padecimiento similar al de José Luis, pero este sabedor de los beneficios del yogur lo aprovechó de dos sabores: fresa y chocolate,   ”para hacer honor a la película”, dijo.
Amanecía. El viaje hasta Dos  Ríos es relativamente cerca, desde ese plantel ubicado en las inmediaciones de las fronteras de Bayamo, pero al salir de Jiguaní a mi amigo le empezaron unos retortijones que se fueron agudizando a medida que nos acercábamos al lugar, al llegar comprobamos  que los baños portátiles estaban cerrados con llave, ya a mí que no había consumido lácteos me estaba atenazando un dolor similar.
Amos desanduvimos un camino auxiliar  que habían hecho la víspera para darle más apertura a las entradas y salidas de carros, me adentré en un bosquecito de árboles maderables y José Luis pasó  como una flecha para penetrar aún más en la fronda; ya venían estudiantes de distintas enseñanzas que coreaban consignas y entonaban cantos patrióticos, me paré a verlos a la vera del camino y a esperar a Pepe Luis.
Este no retornó con la celeridad con que  había ingresado en el cayo de monte, pero venía pálido, demudado, sudoroso.
-¿Qué te pasó?-inquirí.
-He pasado la mayor vergüenza de toda mi vida – declaro- me alejé lo más que pude del camino para que nadie me viera en la posición vergonzosa que iba a adoptar, lo hice y exoneré  ampliamente  el vientre y me alivié los dolores.
- Si resolviste ¿por qué regresas así que parece que viste un muerto?
- ¡Porque casi lo vi! Sabes que en el campo construyen  unos fregaderos en la ventana  de la cocina con la plataforma hacia afuera, pues cuando me higienizaba después de “dar del cuerpo” tenía  un lavadero de esos encima de mí y una cariñosa viejita me preguntó ignorando mi “indigna” posición que si quería café, ¡lo mejor para mí hubiera sido que la tierra me tragara!

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