Foto Ecured |
En el término de una
semana he visto derrumbarse dos caballos de tiro en la intersección de la
avenida Felino Figueredo y Calle Ocho,
importantes rutas de la ciudad de Bayamo.
En el primero de los casos,
el animal cayó exhausto; en el segundo violó la senda contraria y se incrustó
contra unos arbustos que ornaban el lugar.
En honor a la verdad, en
ninguna de las situaciones los conductores apelaron al maltrato para resolver
los problemas; al contrario, la cooperación entre conductores y transeúntes
hicieron la tarea.
Por eso alabo a quienes no
desesperaron ni le cayeron a palos a los equinos, como vimos hacer tantas veces
y condenamos en el pasado pasado y en el más reciente.
Ciertamente, según
noticias recientes, se trabaja ya en una ley de bienestar animal: el Ministerio
de la Agricultura coordina una comisión nacional, encargada de concebir esa
normativa (la primera de su tipo en Cuba).
También es palpable que
los poseedores de mascotas (autodenominados activistas por los derechos de los
animales) y la parte estatal dan los primeros pasos para, conjuntamente, lograr
ese anhelado bienestar. Entretanto, en las redes sociales, post llenos de
faltas de respeto y desconocimiento dan sus opiniones en torno al asunto con la
libertad e incluso libertinaje que
favorecen esas plataformas.
Volviendo a los que nos
toca, si ya las palizas públicas que tanto condena la población son minimizadas,
urge pensar en otras cuestiones, en
cuanto a animales de tiro, de transporte, y surgen una serie de preguntas que implican no solo el aseguramiento del
sustento de los conductores y su familia (peor aún el lucro) sino el amor por la
naturaleza, es más, por sus propios
animales.
¿Se les proporciona un
alimento de calidad, energético y con proteína vegetal, o solo hierba común? ¿Se
dan los viajes que puede “cómodamente” aportar el animal o se viola el límite
del cansancio de estos seres vivos? Y recalcamos esto, porque como tales sienten, padecen, perciben
el trato afectivo o no; la injuria puede no ser solo de obra, sino también de
palabra, porque los caballos figuran entre los animales más inteligentes de la
naturaleza, no lo olvidemos.
Otra cuestión es que se normó
en seis u ocho el número de pasajeros
que se podían transportar, para poder “dar aire” a los equinos perisodáctilos,
pero, por ejemplo, desde el parque de ferias Granma a la estación Ferrocarril hay
varios kilómetros, seis personas con un peso ideal de 120 libras suman 720 y el
peso aumenta con la distancia ¿no? Imaginemos con nueve incluido el colchero ¡Preservemos!
En cuanto al título que
encabeza estas líneas recuerdo que a un cuatrero lo sorprendieron mientras hurtaba
un alazán, pero cuando le preguntaron sus colegas exclamó: ¡Na, que me afané un
motor de coche!
Esos “motores” son
reconocidos ancestralmente por la literatura como nobles brutos y lo son, por
eso merecen el mejor de los tratos.
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