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Modernos camiones, la esencia es la misma: al frente el chofer detrás los pasajeros Foto Tomada de Internet |
“Pero
resolvían”, dicen algunos usuarios de entonces.
Cuando un camarada escolar nos invitó a mi vecino Filiberto Sueiro (Lito) y Fernando Viñas a su casa en la Piedra de Yao
fue que conocimos aquel medio de locomoción sui generis; al llegar, Niña la
mamá de nuestro amigo Abel no preguntó solícita que como nos había “llevado la guachipupa”.
Nos quedamos botados como dicen ahora, pues conocíamos por esa denominación unas bebidas azucaradas coloreadas con menta
fresa o vaya usted a saber llamadas eufemísticamente refrescos, pero Niña se refería a como
quedaron nuestros estómagos al afrontar el
entonces tan accidentado camino, ¿”No les revolvió el estómago y sentían
los líquidos agitarse en él como si
estuvieran llenos de guachipupa? ¡Por eso las llaman así!”, dijo
condescendiente.
Paco, el esposo sonreía de ese modo en que los
campesinos lo hacen cuando un “poblano” no sabe montar a caballo, enlazar o
cualquiera de esas tareas propias del
campo.
Tengo entendido que en las zonas central y occidental
de Cuba se les llama guarandingas a esos móviles e incluso hay una obra de teatro que se intitula
La guarandinga de Arroyo Blanco mostrada en el gracejo costumbrista-campesino
del teatrista infelizmente fallecido Rómulo
Loredo en el apogeo de su ardor creativo.
Pero ese no fue el primer nombre que se les adjudicó a
esos ómnibus sui géneris, en las zonas montañosas del hoy municipio de Buey Arriba,
primero se les llamó mari..posas, pues se entraba a ellas por …¡“detroit”!,
pero las direcciones y talleres de transporte les cambiaron el ingreso para el costado.
Pero la picardía guajira no se detuvo, como el chofer
quedaba en una parte y los pasajeros en otra les llamaron las divorciadas…
después otras guaguas de montaña las fueron sustituyendo tras la mejora
sustancial de las carreteras serranas acaecida
en los años 80; en la actualidad hay unos camiones llamados Zino truck con las
ventajas iniciales de la doble tracción
y ahora provistos de mayor amplitud y comodidad.
Pero como dije inicialmente que me mareo, en un camión
similar a este viajé para conocer el
sitio donde cayera combatiendo Carlos Manuel de Céspedes en las altas lomas de San Lorenzo, en Santiago de
Cuba, me atacó el vértigo, que en otras latitudes nombran como “mal de altura”
y asistí como narcotizado a ese altar sagrado de la Patria.
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