domingo, 14 de julio de 2019

Como una sombra del pasado


Todavía resuenan sus pasos por el centro histórico urbano de la segunda villa  (San Salvador de Bayamo) fundada por Diego Velázquez en 1513 o el arrastrar de sus chancletas deshilachadas entre el polvo de las vías periféricas.

Muchos lugareños y visitantes la recuerdan con su perenne sonrisa de extraña felicidad que solo tienen quienes empinan el codo, ese bienestar absurdo que los saca de este mundo para habitar otros universos presumiblemente con idénticos jardines del Edén como el descrito en la Génesis bíblica.
La ropa breve, el pelo rizo estirado que escapaba de sus ataduras, la afabilidad que solo abandonaba cundo alguien la injuriaba, dicho en buen cubano cuando se metían con ella, la respuesta ágil e ingeniosa  cuando el alcohol aún no enturbiaba sus sentidos y después igualmente  soez como la afrenta que algún  transeúnte cruel le dedicaba.
Aseguran vecinos que era  muy buena lavandera y que cumplía cabalmente sus compromisos de trabajo, pero más tarde  su afición a las bebidas espirituosas la dominó y  se entregaba totalmente a ella.
En las mañanas  era moderadamente aseada, cuando avanzaba el día el aliño iba desapareciendo y llegaba incluso a orinar de pie en una esquina, si no delante de la gente,  al menos sin importarle mucho las miradas.
Realmente un día me fijé que ya no la veía, nunca supe de qué murió, pero siempre pensé en alguna dolencia hepática, yo me cruzaba con ella en las mañanas y la saludaba por su nombre: Juana o  Juanín y mi saludo era retribuido con amabilidad; cuando el día avanzaba no me aventuraba a dirigirle la palabra.
Me pasa con ella como con esos locos entrañables que poblaron mi Bayamo, que ya solo quedan en el recuerdo…


No hay comentarios :