domingo, 21 de julio de 2019

Adiós al marabú


La actual Plaza de la Patria, a pie de la linea ferroviaria, era parte de la inmensa sabana donde jugábamos de niños y que arrancaba desde la Carretera Central
Hasta el triunfo de Enero de 1959 parte del barrio de San Juan, lo que son hoy los repartos Roberto Reyes, Pedro Pompa, Jesús Menéndez… eran sólidos marabuzales, consistentes con terrenos fértiles, pero inexplotados y mucho menos urbanizados.
Ese manto verde arrancaba del aserrío donde hoy está el poligráfico José Joaquín Palma y el periódico La Demajagua, hasta allí se llegaba por la Calle Manuel del Socorro   y callejones del antiguo reparto Cajigas.
 Para ir al estadio municipal, había que marchar junto a la línea ferroviaria o por la entrada del barrio residencial Nuevo Bayamo (parte del actual Antonio Guiteras)…    hasta esa década todo era una inmensa laguna que llegaba a Los Arroyos, por ahí hasta el consejo popular Aeropuerto Viejo o en su defecto seguir los trillos  horadados en el mar de espinas, por  leñadores que hacían de esa planta agresiva su modo de sustento para utilizarla como combustible.
Ya en 1960 el entonces Ministerio de obras públicas comenzó a asfaltar la calle Manuel del Socorro, de tierra desde la Calle Pío Rosado…cuando llovía el fango era pesadito.
Después se fue resolviendo con penetración invertida el reparto Castro, por donde estaba la valla  de gallos la Victoria, de la familia de ese mismo apellido y así poco a poco, pero no en un largo tiempo se fue modernizando esa parte de Bayamo.
Pues bien, cuando yo frisaba los 10 años y algunos después, desde el  actual servicentro El cubanito,  hasta cerca del susodicho aserrío teníamos un área de juegos para los muchachos de mi barrio que compartíamos con otros coetáneos de Cajigas, aquello parecía las pampas de las películas, armábamos distintos pitenes de pelota al one, two, three (guan-tu-tri), en cuadro normal, al flojo, o al duro los más grandes con pelotas de goma de 10 centavos o de casco que nosotros mismos forrábamos por ser más caras.
Cuando llegábamos a casa al atardecer, hedíamos a judío cimarrón, a palo podrí o o no sé a qué animal del monte, cansados pero urgidos de un buen baño, entonces a escuchar las aventuras radiales, y a la cama o a jugar juntos hembras y varones juegos tradicionales,  en las aceras, después derecho a la cama.
Claro, eso era en vacaciones o días feriados porque  el resto del año compartíamos esas actividades con las docentes en los colegios del la calle Máximo Gómez.
Si dijera que siento añoranza  es cierto, pero me gusta más como luce mi ciudad, en ese entonces además del mencionado servicentro solo había los almacenes Iglesias, una minúscula casita recostada de su muro, el juzgado municipal que hoy alberga el policlínico docente 13 de marzo y ya se construía el círculo infantil Mario Alarcón, donde estudia mi cuarto nieto, si había otra edificación no me fue relevante (si alguien puede ayudar con el dato lo agradecería).
De esa manera Bayamo le fue diciendo adiós al marabú y hoy exhibe una ciudad cada día más hermosa.



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