domingo, 14 de abril de 2019

Desde el desplante al buen hábito de la lectura


Este domingo recibí una de las mayores satisfacciones en mi vida de docente, por boca de uno de mis primeros alumnos, Sindín, que mientras leía y releía títulos en la reciente edición de la feria del libro de Bayamo evocaba a su entonces novel profesor.
Este antiguo pupilo, me contaba que llegó al hábito de leer, por vía no deseada y me confiesa, 48 años después del asunto, que yo fui el responsable de que se hubiera vuelto un lector insaciable.
Realmente no recuerdo muy bien el episodio pero dice Sindín  que a la sazón pedí un resumen de  la crónica  En el parapeto del libro Peleando con los milicianos, de Pablo de la Torriente Brau, y lo hizo de manera tan perfecta, que felicité (en ausencia) a  las autoras por lo preciso y censuré a Sindín, dice él que le recriminé: “Usted no tiene capacidad para escribir algo así, hágalo de nuevo”.

Así sigue relatando el joven que yo sospechaba que había sido ayudado por unas mellizas traviesas, inteligentes y pícaras, sobre todo Isabel, después  Ana y una hermana mayor Nidia Luisa, de la ilustre familia Tablada-Quiñones.
Pero tanto dio el cántaro en la fuente hasta que se quebró y al cabo de unos tres o cuatro intentos Sindín  escribió un resumen perfecto, de su propia factura y que le hizo merecer felicitaciones de aquel inexperto pero exigente maestro.
Dice él (es inmodesto hablar de sí mismo) que se sumó al amplio grupo de quienes hacían un silencio, en espera de lo que pudiera decirles en torno a la literatura y eso los enamoró de la letra impresa (además de los esfuerzos de padres, abuelos y otros familiares) -por supuesto esta acotación es mía- al buen hábito de la lectura.
Es explicable que yo mismo me interesara aún más por lecturas extracurriculares que les indicaba y leía a contraluz, apenas sin condiciones de iluminación, todo lo que pensara que era digno de leer.
Más de una vez he visto a Sindín gastar en libros una parte considerable de su patrimonio en las anuales festividades de la lectura y sé que cuando no tiene que leer, profundiza en esos propios temas y títulos.
Aún hay estudiantes así, pero desdichadamente ya no son mayoría, las nuevas tecnologías usadas mayoritariamente para la banalidad, no los dejan acercarse a esos tesoros de  la  letra impresa y sus padres y maestros no siempre los apoyan.
De más está decir que pedí disculpas a Sindín por haberlo tratado tan mal y le aseguré que ya no tengo exabruptos como ese, aunque siga luchando por la calidad.

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