lunes, 31 de diciembre de 2018

¿Se perderá esa tradición?


La práctica de despedir un año y recibir el entrante cada 31 de diciembre con una cena basada en carne de cerdo recién hecha en un horno “ profesional” parece tocar a su fin en Bayamo, al menos.
Y que conste considero que los horneros también tienen derecho de celebrar en familia esa reunión que  permite pasar balance a lo acontecido en los últimos 365 días, planificar los 12 meses siguientes, reencontrarnos con familiares y amigos que ya solo vemos en ocasiones como esa y todo lo que trae aparejado la data, pero… el negocio debe ser el negocio y si de ello hablamos posiblemente esta sea la ocasión de mayor ganancia para quienes se dedican a la actividad.

Entonces ¿cuál es el problema? Podrá preguntarse alguien… pues la cuestión radica en la profusión de cerdos enteros, piernas, lomos y costillares con que la gente acude a los puntos de asado todo el día 24 y 31 de diciembre, al punto que los asadores prefirieron no trabajar durante el último día del año y la gente se fue acomodando a hacerlo entonces el 30 con una tarifa que duplica el precio del asado.
Pero la víspera un verdadero aluvión de piezas para tostar se concentraba a las puertas de los más renombrados horneros bayameses, algunos de los cuales ya habían aumentado la capacidad de sus hornos, pero de todos modos muchos volvieron a casa con la carne sin dorar u otros  decidieron hacerlo en forma casera.
En el caso de nuestra familia, decidimos optar por esta última variante y ya desde tempranos dos de mis yernos están literalmente fajados con la cocina rústica, aunque sus esposas, mis hijas, hubieran preferido hacerlo en el horno de balón; pero es que de la manera campesina el embullo va sazonando cada etapa del asado.
Habrá que perfeccionar más la forma casera y lograr de ese modo el  “autovalidismo” en  esa parte de la materia culinaria.

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