domingo, 11 de noviembre de 2018

Bolso-ignaro

Desde que comencé a escuchar con más profusión el nombre de Jair Bolsonaro, no pude evitar la asociación mental con La Divina Comedia que trata sobre la travesía de Dante hacia el infierno, el purgatorio y el paraíso, para expiar sus pecados y encontrar el sentido de su vida, de la mano de la intervención divina. Es una obra escrita por el poeta italiano Dante Alighieri a principios del siglo XIV.
Y precisamente todos los pecadores del Infierno tienen una característica en común: sienten la lejanía de Dios como el mayor castigo.
El juego de palabras de este título alude a los ignaros, ubicados en uno de los círculos del Infierno por ser ignorantes, no ignorantes cualesquiera sino del tipo de quienes ligan ignorancia con maldad despiadada y de ello ya ha enseñado la punta del ovillo el admirador de Donald Trump.


Una muestra más de ello fue publicada en Las razones de Cuba:
Jair Bolsonaro, preocúpese por su pueblo no por los ajenos
Por Arthur González
El recién electo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, para congraciarse con la Casa Blanca y la mafia terrorista de Miami, expresó que “no tiene sentido mantener los nexos diplomáticos con Cuba, ya que esta pisotea abiertamente los derechos humanos”, igualmente atacó el programa “Mais médicos”, que contempla a unos 8 mil profesionales cubanos de la Salud, que prestan su ayuda en zonas remotas de Brasil donde los médicos brasileños se niegan a trabajar.
Presidente, en vez de preocuparse por Cuba, intente resolver la insalubridad de los barrios pobres en Brasil y por las condiciones semi salvajes en que subsisten las tribus aborígenes, sin atención médica, escasas escuelas, ausencia de cultura y deporte, y deje de atacar a Cuba con los mismos argumentos esgrimidos por la mafia terrorista de Miami, cuestionando el contrato establecido para el pago de ese personal de la Salud cubana.
Si usted estuviera realmente preocupado por el pueblo cubano, debería condenar la criminal guerra económica, comercial y financiera impuesta y sostenida por Estados Unidos desde hace 60 años, que pretende matar por hambre y enfermedades a niños, ancianos, mujeres y hombres que trabajan por salir adelante de forma soberana, sin el tutelaje yanqui.
¿Por qué no trabaja para convencer a sus médicos y enfermeras a que vayan a las zonas más intrincadas de la Amazonía brasileña, a prevenir y curar de enfermedades a cientos de miles de personas que hasta la llegada de los médicos cubanos no sabían lo que era un galeno?
Antes de atacar a la Revolución y a las misiones médicas cubanas, tiene que buscarle solución al hambre, analfabetismo, incultura, la violencia callejera, el consumo de drogas, la tierra para cientos de miles de familias que no tienen donde cultivar para ganarse el pan, y la prostitución, esa que arrastra a miles de mujeres, casi niñas, para ganarse unos dólares con que mantener a sus familiares, incluidos los hijos que paren muchas adolecentes por carecer de políticas estatales de educación sexual y del conocimiento de los anticonceptivos.
Las campañas contra Cuba que ahora pretende abrazar, no pueden empañar la magnífica labor humanitaria que realiza el personal de la Salud de Cuba.
Antes de querer tergiversar la realidad de los profesionales cubanos, debería sentir vergüenza por las madres y padres que ven a diario morir a sus hijos de enfermedades curables, por la ausencia de médicos en las selvas y campos de Brasil, o por la falta de dinero suficiente para pagar operaciones que cuestan un capital, que los pobres campesinos y obreros no poseen.
Bolsonaro, usted puede suspender de inmediato el contrato con Cuba para el programa “Mais Médicos”, pero no encontrará sustitutos entre los médicos de Brasil, aunque le ofrezca el doble de lo que cobran los cubanos, pues a los suyos les falta lo que a los cubanos le sobra: la humanidad, la solidaridad humana con el enfermo, la ética profesional y el deseo de salvar vidas, sin tomar la profesión médica como una forma de enriquecimiento, sino de ayudar desinteresadamente al prójimo.
Las relaciones diplomáticas tambien las puede romper si lo desea, pero nunca podrá romper los lazos de cariño y agradecimiento del pueblo brasileño por los cientos vidas salvadas por los médicos cubanos, o los nacimientos de miles de niños recibidos gracias a la pericia de esos galenos y enfermeras que ahora usted pretende retirar de su país.
Hágalo cuando desee señor Presidente y trate de dormir sin remordimiento en su conciencia, por haber privado de asistencia médica a cientos de miles de ciudadanos de su país, a los que ese personal de Cuba rescató muchas veces de los brazos de la muerte.
Después vaya a su iglesia y confiese sus pecados, porque, sin lugar a dudas, dejar sin ayuda médica a los más desposeídos es un hecho que Dios, en el que usted afirma creer, no lo perdonará jamás y, por tanto, tendrá que rendirle cuentas el día de su juicio final.
Sabio fue José Martí cuando dijo:

“Atienda a lo justo en tiempo el que no quiera que lo justo lo devore”.

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