domingo, 8 de enero de 2017

Pan, panadero, nos quema el pan

Muchísimos conceptos y situaciones están ligados a la palabra pan, partamos de que un panadero es el artesano cuyo oficio es hacer pan y también lo es la persona que vende el pan y sus derivados.
Quien se preocupe por el tema conocerá que cerca del  año 30 antes de Jesucristo,   durante el reinado de Augusto, ya se podían contar cerca de 328 panaderías en Roma. Todas ellas tenían una forma legal denominada collegium (formando una especie de asociación profesional) y estaban regidas por leyes  muy severas que no permitían libertad en la ejecución de sus labores de panificación, para preservar su conocimiento.
 Algunos panaderos de esa época tuvieron incluso un monumento, como es el caso del panadero Marco Virgilio Eurysaces, a quien se consagró la denominada, hoy en día, Tumba del Panadero. La profesión de panadero era muy bien considerada durante el periodo del Imperio romano, ya que sostenía el abastecimiento de un alimento básico a la población creciente que poco a poco dejaba de ser rural.
 La Tumba del Panadero posee ilustraciones que permiten ver dos aspectos de la producción de pan: en la cual  aparece ya un cierto grado de desarrollo en la elaboración del pan (los molinos son empujados por caballos) y que los elaboradores y clientes de la panadería eran todos hombres.

Buscando,  buscando… veo grabados antiguos de toda Latinoamérica, España e incluso de los países nórdicos que muestran a panaderos a pie, a caballo, con cestas del alimento, o unos vehículos de tracción animal parecidos a nuestros bicitaxis o bicicargas que por allá llama cargo bici y puede verse, incluso a una rubia que más parece una atleta ofreciendo su mercancía en un elegante atuendo deportivo.
O sea no es nada nuevo, lo que hacen nuestros vendedores, aunque empleen una innovación quizás única en el mundo.
Una sabrosa anécdota la contaba Mayi Quintana, amiga de mi suegra hace unas noche y comenzaba así: “¡A mí el pan me aturde”!
-¿Cómo que te aturde?, ¡será que te repugna, te indigesta, vaya, te hace daño, le replicaron!.
-¡No, me tiene aturdida a toda hora porque los panaderos ya no se conforman con anunciar su mercancía a viva voz, sino que ahora  usan un pito (silbato) a cualquier hora y la sacan a una del más profundo sueño.
Todos supimos que era cierto pero calzar las palabras de Quintana, un panadero con dos sacos colgados de un palo, casi frente a la casa soltó su estridente chirrido.
Ella, una persona mayor, gordita, corrió rauda hacia la calle y lo regañó.
-Mijito, ¿tú no te das cuenta que no dejas ni conversar?
El joven sonrió  con deseos de llorar y le replicó: “Señora, si no anuncio, no vendo.
-Pues entonces anuncia bajito, ¡¡¡bajito!!!y movía sus brazos hacia abajo
Ambos tenían razón, sobre todo la dama porque  en las  calles resuena a toda  hora una sinfonía chirriante, de silbatos y gritos protagonizados por los panaderos ambulantes.
 Entonces recuerdo una composición interpretada por un cantante guajiro de las lomas de Buey Arriba, Sierra Maestra, con un sonsonete  de consonantes explosivas, pero sonsonete al fin, aburridor: “Pan, panadero, se quema el pan”, “Pan, panadero, se quema el pan”, “Pan, panadero, se quema el pan”…

Sólo habría que cambiarle un poquitico la letra para reflejar nuestro estado de ánimo con tanta algarabía impenitente: “Pan, panadero, nos quema el pan”

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