Es
cierto que ya han transcurrido siete días pero
la efeméride la dedique a hablar del noble, altruista y desinteresado
sentimiento amoroso, hoy reflejaré quizás pálidamente cómo lo festejaron los bayameses y granmenses en
general.
Sin
lugar a duda alegría y masividad reinaron
durante los festejos por el Día del amor y la amistad en Granma.
El
sábado 13 y domingo 14 de este mes múltiples actividades acontecieron, con
calidad voluble en todos los municipios, consejos populares y barrios para
agasajar a los enamorados.
Del
empaque de las instalaciones o la oferta y de lo humilde o prominente de los
asentamientos no siempre dependió el éxito, sino del amor impregnado.
Por ejemplo, un individuo se quejaba de este modo: “Ahora las administraciones tienen que celebrarle esta jornada a la gente”, como era un conocido interpolé en la charla esta sencilla e imperativa oración: “No te quejes, ese es precisamente el propósito, festejar con todos”.
Directivos
y empleados de centros de trabajo, círculos de abuelos, comedores del sistema
de atención a la familia y restaurantes
y cafeterías privadas se sumaron a la dedicación.
Evidentemente,
una sabrosa “confabulación” se instaló entre clientes y entidades
prestatarias de servicios, tanto del sector estatal como del emergente para que
los granmenses disfrutaran merecidamente del Día del amor y la amistad, pero
aún así no dieron abasto.
Tampoco
muchos sitios emblemáticos pudieron brindar los 25 platos anunciados incluso
desde nuestras páginas, y a pesar de las variadas ofertas de las artificiales, las
flores naturales se ausentaron. Llamo la atención sobre el incremento de
personas de provincias vecinas que vuelven a poblar las principales arterias de
las ciudades granmenses.
A
la red de Comercio y Gastronomía, desde la Llanura del Cauto, los sitios
montañosos y costeros afluyeron clientes, previa reservación, para recibir los servicios, en recintos engalanados
para la ocasión. Muchos de ellos se convirtieron en cabarés a partir de las 10:00
p.m.
También
áreas bailables definidas en todos las localidades hicieron las delicias de los bailadores y al
igual que en los centros de la Gastronomía, previa coordinación con las
direcciones de Cultura y el Centro provincial de la música fue garantizada la
calidad artística profesional y aficionada.
No
quedó fuera el novedoso sistema de alojamiento con prioridad en aquellas
instituciones con mayor capacidad para la recreación especialmente en Bayamo, Bartolomé
Masó y Manzanillo, e igualmente las
instalaciones de Campismo.
A
nuestro juicio quien mejor definió la afluencia de un público desafiante de la
lluvia y de los altos precios, fue uno
de los dependientes del restaurante Sagitario, inserto en las nuevas formas de
gestión económica: “Llegaba gente a pululo”, evocando a un personaje
emblemático del programa televisivo Vivir del cuento.
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