domingo, 10 de enero de 2016

Servir es crecer


La madre pretendió encargar el cake de cumpleaños para su pequeño y se lo hizo saber al encargado de tramitarlo.
Era un joven que no rebasaba los veintiún años de edad, quien de inmediato se dio a conocer: “Estoy aquí por un milagro de Dios, porque esto es de ocho a 12 del mediodía”.
“A qué hora lo hace quien que trabaja?”- indagó la muchacha
“¡A mí no entrenaron para solucionar problemas, es a esa hora y ya!”, agregó el joven con ese aire maligno de perdonavidas, que de seguro nadie le enseñó en la escuela ramal, donde presumiblemente fue preparado.

Eso ocurrió delante de este cronista en el municipio habanero de La Lisa; pero pudo acaecer  en cualquier punto de la geografía cubana.
¿Así que no lo entrenaron para solucionar problemas? Entonces, tampoco sirve para atender a la población que es su cometido básico y posiblemente único, prioridad de quien atiende al público y se supone que preste un servicio. Y de seguro es de los que se acostumbrado a “no estar para pensar”, como dicen otros.
 Y es que muchos equivocaron el rumbo cuando decidieron prepararse en un sector… O “no dieron para estudiar otra cosa”.
Eso desdice con amplitud el precepto que guía a las escuelas de Comercio y Gastronomía, desmiente  la tradición de los puros gastronómicos, amables que, desde un puesto humilde o encumbrado, dan lo mejor de sí con una sonrisa o, al menos con un buen trato.
Pero no… algunos pretenden –y de hecho logran- colocar un valladar entre ellos y las personas  a quienes debían agasajar con esmero y no pensar que son imprescindibles…
Como mejor puede lograrse la indispensabilidad es dejando buenas referencias, no de palabra, sino de hecho; es muy edificante escuchar: “Fulano siempre tiene una solución a mano, o al menos la explicación convincente; de ese modo se genera una genuina complacencia.
¡Qué equivocado el joven que obró de esa manera! Si sus antecesores  lo hubieran hecho o sus padres o maestros, él no estaría en el puesto que ocupa, esto es un hecho terrenal, no divino, pues esto último implicaría grandeza.
Servir es crecer como humanos.
Contraparte: al día siguiente, la ventanilla de recepción para los cakes era ocupada por una  mujer madura casi anciana, amable, quien con frases corteses explicó mejor todo el proceder y aunque la mamá del cumpleañero tuvo que desandar las 17 cuadras  que la separaban de la dulcería, lo hizo con la satisfacción de ser bien tratada.
Parecería como si la vieja empleada dijera a su joven colega: “Aprende, que no soy eterna “.

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