Lloviznaba.
La dama sexagenaria lavaba con esmero boniatos y malangas con destino a la carretilla que ya empezaba a
llenar un hombre, probablemente su hijo,
al comienzo de la jornada comercial en una de las principales arterias de
Bayamo.
La
iniciativa de beneficiar dichos productos agrícolas no solo nos parece loable
sino también digna de ser imitada por quienes quieran insertarse en la gestión
de ventas del sector no estatal.
Y
consideramos esto digno de multiplicarse porque
no solo es una forma leal de competir con otros carretilleros, sino
también con puntos de venta estatales, en contraposición con tratar de “acaballar” a la población con
precios hirientes, en su defecto, tratan de atraerla con la belleza y /o limpieza de las
ofertas.
Si,
además, la demandada gama de productos agrícolas NO se acerca a los clientes,
este sector emergente no está a tono con lo que pidió el Partido para lograr beneficio popular de conjunto con el sector
estatal
No
por gusto las asambleas del organismo político en los 13 municipios y en la
provincia, abordaron con ojo crítico, pero creativo, el devenir agrícola por lo general en la producción de viandas,
hortalizas, y granos y, en algunos casos específicos, en las producciones
lechera, arrocera y agroazucarera.
Aunque
sea cierto que las opiniones populares sean mayoritariamente quejas acerca de
los carretilleros, ya algunos más despiertos que otros, comienzan a dar
muestras de que pueden servir mejor al pueblo sin violar las normas
establecidas.
Hoy,
una multitud de ellos incurren en la
contravención de estacionarse junto a mercados y placitas,
obstaculizando el tránsito y violando la movilidad que les confirió en su
origen la propia ley.
Aunque
se anuncien a viva voz, aunque se aglomeren, el pueblo va identificando a
quienes le atienden mejor, sean más complacientes,
sugieran la mejor oferta, aunque uno
lleve más y por ende gaste más, pero la gente debe sentir el deseo de
volver con quien le trató bien.
Ese
es el quid en toda relación humana de lo
que no escapa ni siquiera el comercio.
El
amor entra por la cocina, reza un viejo refrán, pero el comercio entra por los
ojos, por la vista, por el olfato, si la presentación es bella la gente se
acercará, aunque sea a preguntar, si los precios son atractivos, también a
comprar.
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