domingo, 4 de octubre de 2015

Sonando ¿en Cuba?



Mucho elemento loable posee el programa televisivo Sonando en Cuba. Primeramente, porque re-enamora a los más viejos de la música popular cubana, específicamente bailable, y hace que los más jóvenes la miren con buenos ojos, primer paso para también cortejarla y hasta amarla, superobjetivo del proyecto.
En el horario estelar dominical se muestra todo el andamiaje previo a las presentaciones y, a  decir verdad, aunque hay, como en todos estos certámenes, notas desafinadas, poca elegancia en escena y varios problemas, también está su antítesis: ostensible calidad, magnífica presencia escénica y van surgiendo nuevos valores en nuestra música bailable, improvisadores que de seguro harán mover los pies y el corazón.  

Duro han tenido que trabajar los miembros del jurado de admisión y los del propio certamen para llegar a los 16 finalistas de una cantera de cerca de mil aspirantes.
Pero, a pesar de que en la presentación se alude a idea original, también hay mucha copia de similares foráneos, al punto de hacer pensar al televidente que  eso no ocurría en nuestro verde archipiélago: las visitas a las casas de los seleccionados y las entrevistas a sus familiares, los llantos, la presencia de los coaches… es un puro calco de similares, como la Belleza Latina, la voz México, la voz Kids, la voz España… y/o (como  dijera  el personaje humorístico La Llave) multitud de “voces” con innegables valores,  pero que  tienen como protagonistas al brillo y oropel, a las vanidades que durante tantos años hemos criticado con pluma de diamante los periodistas y directivos culturales cubanos.  
Personalmente me gustaron más Todo el mundo canta y  el programa Mi salsa, que buscaron ¡y encontraron! nuevos cantantes, baladistas, soneros… que aún deleitan el gusto de televidentes, y público en vivo en plazas cubanas;  sería injusto omitir que otros intentos igualmente loables en su concepción fracasaron ruidosa o calladamente.
Los padrinos de los finalistas se han lucido: José  Luis Cortés, César Pedroso (Pupy), Giraldo Piloto, Lázaro Valdés, Manolito Simonet, Adalberto Álvarez, Cándido Fabré y Samuel Formell. También el jurado que evaluó a los aspirantes, integrado por Jenny Valdés, Joel Domínguez, Ernesto R. Puente y el propio Paulo. Todos representan historias vigentes en la música popular bailable y poseen autoridad suficiente como para avalar resultados
La dirección y producción musical es de Paulo FG, (no la idea original, pues ya lo decíamos al hacer referencia a diversos reality shows que nos llegan de “afuera”,  en paquetes, cajas o sabe Dios cuantos soportes)… pero su gran mérito se mantiene como organizador y arreglista de los 32 temas, ya clásicos, en la música popular bailable en Cuba, que interpretan  los finalistas.
El  jurado  pudiera ser de excelencia pero Laritza Bacallao,  aunque recientemente celebró sus veinte años de vida artística, pues empezó a los ocho años,  hace solo unos cinco que el público cubano la conoce a lo grande,  algo similar pasa con Emilio Frías, El Niño.
El único que podría serlo por su experiencia es Yumurí,  aunque los tres  hayan defendido con  valentía, chispa y talento la música popular dentro y fuera de Cuba.
Solo Moisés Valle (Yumurí),  con una carrera solidísima es digno  representante de la  música popular cubana para personificarla como jurado en esta competición, en la humilde opinión de este comentarista; no obstante en un principio las recomendaciones que los tres aportaban a los concursantes eran bastante difusas aunque ya han ido “acerando la mira” y por lo general dan en el blanco.
 En resumen, la idea es válida y si tiene pegada, ella misma lo demostrará; la exhortación es no rendir culto a la banalidad, reitero, tan criticada por nosotros durante tantos años, y dejar de copiar de afuera que aquí sobra talento para hacer propuestas  válidas desde nuestra idiosincrasia y nuestros valores, sin dejar de mirar al mundo para no cometer el error de quedar aislados.

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