domingo, 20 de septiembre de 2015

Blacamán


Durante parte de mi infancia escuché a mi madre referirse a cualquier peludo, y  fundamentalmente a los pasudos, con el apelativo de Blacamán,  pues me decía que en Veguitas, un poblado en la actual provincia Granma, cerca de donde naciera,  había  un hombre que recibía tal apodo.
 Yo me hice la idea errónea que debía ser un negro, pues  en inglés eso  literalmente significa hombre negro y lo supuse  por  la gran cantidad de braceros antillanos del Caribe anglófono que venían a dejar su sudor y hasta su sangre  en los cañaverales.
Pero me sacó de mi error una conversación con Nidia, una juvenil anciana de más de 70 año: “Blacamán era blanco,  tenía un circo y se erizaba el pelo como si fuera un león”, “Dicen que era espía”, añadió Ángel su hijo y las dudas aumentaron.
 Empleé a fondo los buscadores de internet y encontré un sinnúmero de datos acerca del singular personaje.
Google  me reveló las andanzas de Blacamán por  Venezuela “Se decía que era capaz de hipnotizar a cualquier ser viviente, especialmente a los  leones, con  su presencia impactante: barba rala, ojos agudos y una melena hirsuta que dejaba pálida a la de la fiera más salvaje”.
Gabriel García Márquez se inspiró en él para escribir  Blacamán el bueno, vendedor de milagros. Aquel era un Blacamán en el tope de su carrera, protagonizando en Hollywood junto a las estrellas del momento. Mucho antes, sin embargo, ya se había labrado un nombre en Europa y América Latina. En Caracas debutó en 1926, y a eso  siguió una gira gloriosa por las principales capitales de Europa.
Tuvo muchos imitadores e incluso un falso hijo que intentó sucederle. Llegó a tener también su propio circo, el “Blacamán Circus” y regresó a Latinoamérica a comienzos de los cuarenta,
Su nombre era Aversa Blacaman y en 1949 tenía 47 años. Decía ser hijo de artistas, madre italiana y padre hindú, y aunque nació en Calcuta, creció en Italia. Aparentemente comenzó las artes ocultas con números de prestidigitación y faquirismo, aunque luego se dedicara a hipnotizar animales, que era lo que más gustaba al público.
A pesar de las variopintas opiniones sobre su origen (algunos insisten en que era colombiano) el cronista Oscar Yanes y el maestro Aldemaro Romero le dan la razón al faquir. Romero, además, afirma que Blacaman era blanco.  
Varios autores señalan que el surgimiento de la Segunda Guerra Mundial opacó su carrera y propició su bancarrota al ser señalado como enemigo por ser Italia uno de los países del eje fascista.
  Para vivir se convirtió en mecánico y montó su casa-taller en la urbanización Bigott de Maripérez: “Ya no tengo nada que ambicionar, tengo mi casa, vivo feliz con mi señora, no me azotan las preocupaciones de antaño y sé lo que es un hogar”.
¡Blacamán en Santiago de las Vegas!
En una de sus  crónicas  Leonardo Gravier afirma que el faquir  llegó a Santiago de las Vegas, allá por los años 40, en plena guerra mundial. Muchos decían que era un faquir, otros que un espía alemán y algunos llegaron a decir que era un cubano aprovechado. Nadie, que yo sepa, pudo dar una explicación del origen de Blacamán.
 “Nunca he visto una melena tan grande y abundante. Con aquella melena y la patilla tenía un aspecto leonino”, evoca .
El nombre de Blacamán quedó impreso en la memoria de los santiagueros. Siempre que había alguien de gran melena (cosa rara en mi época en Cuba), le decían “Blacamán”.
Después de pasados algunos años de terminada la guerra mundial, se comentó en Santiago que Blacamán había sido apresado en Cuba, al descubrirse que era un espía alemán. No sé que le hicieron después de su captura.
Esta es a grandes rasgos lo rescatado de la historia de Blacamán   existente en diversos sitios digitales, pero ya aunque proliferan los melenudos  un hombre con tales características ha pasado a  la posteridad por muchos aspectos como ese de que era enterrado vivo y era rescatado  solo  al final de una corrida de toros o función circense, o  salía a la superficie en escapes émulos del Gran Houdini.


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