Imagen tomada de Internet |
Este
comentarista ha visto edificaciones con
paredes y cimientos macizos que al ser
abandonados por sus moradores sufrieron deterioro y en casos extremos, el
desplome.
Evidentemente, ya en postcarnaval, es muy
tarde para examinar un asunto estrechamente vinculado con el planteamiento
anterior: los centros históricos urbanos, especialmente de Bayamo y Manzanillo
mantienen inmuebles con mucho más de un siglo, por tanto si las festividades populares se exceden en el ruido
los lesionan.
Los
decibeles agresivos socavan esas viejas casonas, como mismo lo hacen con sus
habitantes, algunos de los cuales pueden rozar o sobrepasar el centenario de
existencia y merecen, por tanto, un descanso reparador durante todo el año.
Lo
mismo que esos maestros que durante más de 11 meses lucharon con planes de clases, informes, actividades
metodológicas y se esmeran en la noble, altruista y muchas veces ingrata labor
de enseñar-educar.
“Necesitamos
extender el sueño aunque sea un poquito, pero la música es casi incesante”, opinó la
profesora Isabel, con respecto a la tradicional área de La Pesca en el tramo
final de la calle José Antonio Saco en Bayamo,
este año con un activo “precarnaval”.
Lo
peor: los vecinos quedaron encerrados y el acceso a los comercios del final de
la calle, solo distantes unos 10
metros, quintuplicaron su longitud al
obligarlos a un rodeo inmenso por vías
aledañas, hasta que una mano piadosa o un cerebro achispado abrió la valla.
No
estamos para nada en contra de las
fiestas populares; al contrario, pero no es ocioso recordar que no por gusto,
las noches de la cubanía fueron trasladadas hace años a la Plaza de la Patria
donde las construcciones son más modernas y, en tanto área abierta, los vecinos
capean mejor melodías y resonancias.
Apuntábamos
al principio que era muy tarde para este análisis, si tenemos en cuenta que el
carnaval Bayamo 2015 pasó (con mayor
gloria que sus precedentes) pero quedan,
entre otras celebraciones el 502
aniversario de la fundación de la villa el próximo 5 de noviembre.
La
cuestión no es suprimir o proscribir fiestas ni cumpleaños, sino mantener una
vigilancia estricta sobre los decibeles, en especial los tonos graves del ya célebre tum- tum de los altavoces.
Ese eco monocorde a muchos
desagrada, especialmente cuando la actividad central tiene por sede a las
plazas de la Revolución o del Himno y se ve boicoteada, si no existe
unidad en la programación musical y cada institución genera su parcela
de ruido que en eso se convierte la música cuando llueve sobre mojado.
No hay comentarios :
Publicar un comentario