domingo, 23 de agosto de 2015

La caída del coloso



Durante mucho tiempo el cocotero, con altura de un edificio de cuatro pisos, se irguió porfiado en una hendidura entre construcciones precarias, amenazaba paredes perimetrales y  los techos de las casuchas, pues cada vez que un coco se deprendía del tallo, había que correr a reparar la avería.
Llevaba más de dos décadas de porfía, pero su origen corrigió un poco el camino de su dueño, antes turbulento, borracho y  pendenciero, pero que acaso cansado de tantas detenciones por alterar el orden público, aceptó por fin un trabajo como jardinero.
En el vivero el hombre encontró al coloso y viceversa, se olvidó un poco de las “malas juntamentas”, como decía su difunta madre y del ron a todas horas que enronquecía su voz hasta alcanzar la categoría de rebuzno y entonces era que se le ponía sabrosa para insultar a sus hermanas.
También fue que del más allá recibió un aviso, una de las grandes intoxicaciones lo puso al borde de “mudarse para Honduras” como los jodedores llaman ahora a morirse.
A su cuidado, el cocotero desafió miles de rayos, los vientos huracanados y las pedradas de muchachos que provocaban airados responsos de la hermana del dueño del cocotero muy parecidos a los de Mamá Dolores cuando reprende a Elpidio Valdés: “Parate ahí, condenao!”, pero no para acostarlos en una hamaca, como la anciana haría con el héroe salido del pincel de Juan Padrón, sino para medirles las costillas a los chicos  con un palo.
Este domingo, una brigada de la empresa de Servicios comunales mediante un diestro escalador comenzó a despeinar y cortar la melena a la planta, a amputar sus frutos; aun a pesar de las hormiguitas que ahora llaman cuarentiñas,  por el tiempo que dejan su escozor, lástima que para ese entonces yo no tenía la cámara a mano.
Cuando el tronco quedó pelado,  tajos maestros de motosierra cortaron por la mitad al ex coloso y  otros más cortos fabricaron carreteles de medio metro  hasta que de aquella palmera (Cocos nucifera) de la familia Arecaceae solo quedó el recuerdo y una inusual claridad en el horizonte.
Caía uno más de los miles de gigantes (junto a las palmas reales) que han sido sacrificados, solamente en la actual provincia de Granma, junto a bos ques enteros  para montar tierras de cultivo que ahora ni siquiera alcanzan todo su  potencial productivo.
 


 





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