Inexplicablemente, en Cuba en pleno siglo XXI hay
quienes creen en brujas o hablan de vivencias propias o de sus antecesores sobre hechos “tangibles”,
“concretos” o “totalmente ciertos”.
Estas manifestaciones
oscurantistas propias de pueblos iletrados no deben tener cabida en una sociedad que ha gastado millones en la
educación de sus hijos desde antes y
después, en 1961, cuando erradicó
el analfabetismo en un grandiosa epopeya que tuvo sus propios mártires y recordemos a Conrado Benítez, Manuel Ascunce, Delfín San Cedré… aunque estos no fueron los únicos.
Las brujas criollas han sufrido el escarnio, como
sucedió en tipos idos a las de otras latitudes, sus “pactos con el diablo“ obedecen a
hechos casuales que el vulgo identificó, casi siempre injutificadamente, con ese tipo de la llamada magia negra.
Cerca de casa, aquí en el barrio San Juan en Bayamo, una señora fea con ojos inyectados y mirada malévola se ganó la fama porque deseó a una vecina que la matara un cáncer, en efecto sucedió así y la notoriedad creció hasta que una nueva vecina, 30 años después, le acomodó un ladrillo en la cabeza y acabó con su halo de maldad, aunque no murió entonces.
Cerca de casa, aquí en el barrio San Juan en Bayamo, una señora fea con ojos inyectados y mirada malévola se ganó la fama porque deseó a una vecina que la matara un cáncer, en efecto sucedió así y la notoriedad creció hasta que una nueva vecina, 30 años después, le acomodó un ladrillo en la cabeza y acabó con su halo de maldad, aunque no murió entonces.
Ella vivía al fondo de mi casa y una noche que la vieja
buscaba una gallina con un farol sobre
un limonero, los chamacos de la cuadra la vimos horrible, “su gloria” creció a la par de nuestro miedo y
nos escondíamos amedrentados para espiar sus vuelos pero, nada.
Otra
historia la cuenta un señor de Palmarito,
en Buey Arriba, quien afirma que una vecina suya, también
con fama de hechicera, estaba en ese barrio él salió primero hacia el poblado
de Bueycito y al llegar la señora, que rebasa los 100 años lo esperaba
fresquecita en el portal de su casona de madera…"¡ vino volando!", …"¡ vino
volando!", se dijo y lo repitió a todo quien quisiera oírlo, incluso muchos
atribuyen la longevidad de la dama a sus malas artes.
Por razones
obvias no revelo los nombres de las culpadas de brujería.
Las brujas criollas han sido
modestas, más del entorno familiar y más “numerosas” en los campos de Cuba, mis
abuelos narraban que una bella mujer,
aprovechando la hospitalidad proverbial de los campos de Cuba, durmió con una
familia, a la madrugada siguiente, dejó
la cama llena de heces y pretendió salir volando, pero los dueños de la casa, alertados
por rastros en sus manos y la noticia de un bebé desangrado, la derribaron con
semillas de mostaza que según contaban, obligaban a las brujas a recogerlas,
sin poder irse hasta terminar.
Desafortunadamente hay
personas que aún viven en la Edad Media, no sé si por la falta de educación, de
autoestima, de inteligencia, pero no aterrizan en que vivimos en el siglo XXI y que la ciencia
puede explicar muchas cosas y si aun no las explica lo hará algún día.
Según revelan muchas fuentes los
juicios por brujería de otras latitudes, por ejemplo en Salem, fueron una serie de audiencias locales,
posteriormente seguidas por procesos judiciales formales, llevados a cabo por
las autoridades con el objetivo de procesar y después, en caso de culpabilidad,
castigar “delitos de brujería” en los condados de Essex, Suffolk, y Middlesex
(Massachusetts), entre febrero de 1692 y mayo de 1693.
Las mismas fuentes advierten
que este acontecimiento ha sido usado retóricamente en la política y la
literatura popular como una advertencia real sobre los peligros del extremismo
religioso, acusaciones falsas, fallos en el proceso y la intromisión
gubernamental en las libertades individuales.
El
extremo es que en la noche de los
tiempos se clasificaron incluso las 13 brujas más famosas de la historia.
Son muchas las leyendas
acerca de estas mujeres. Algunas fueron quemadas, tal vez injustamente, por una
sociedad que les temía, al ser capaces de cosas inexplicables para su época,
como saber leer, escribir o conocer los poderes de las plantas medicinales.
Hoy la cuestión es diferente, ya los viejos no
atemorizan a los chicos con estas historias, sino que padres, maestros y realizadores de audiovisuales se afanan en
derrotar la ignorancia, solo relegada a reminiscencias de un pasado oscuro que
la luz de la ciencia va dejando atrás.
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