Frisaba
yo los 30 años cuando conocí el propio 24 de marzo de 1980 la infausta noticia del
asesinato político de una atrayente figura eclesiástica: Óscar Arnulfo Romero, crimen
que de por sí entraña herejía y sacrilegio.
Si
bien el sacerdote fue beatificado este sábado 23 de mayo pues para eso se
necesita un largo proceso, el día que le
privaron de la vida el padre Romero ya
era un santo, si no que lo digan las masas de campesinos pobres y desamparados
que hallaron en él un remanso de paz y justicia.
O los
fieles que escuchaban en sus homilías un dramático llamado a la concordia
nacional, al cese de los derramamientos de sangre entre hermanos y sobre todo por
parte del ejército salvadoreño olvidado
de ser guardián de la tranquilidad y
derechos de su pueblo de los paramilitares verdugos.
En
su discurso del 11 de noviembre de 1977, monseñor Romero
afirmó: «La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia
encuentra su salvación» .
En
su último sermón que evidentemente le costó la vida monseñor Romero fue claro una vez más, la
última: “En nombre de Dios, pues, y de este sagrado pueblo cuyos lamentos suben
hasta el cielo cada día más tumultuosos, le suplico, les ruego, les ordeno en
nombre de Dios: ¡Cese la represión!”.
No
en balde casi un cuarto millón de personas
asistieron a la beatificación de quien fuera nombrado “La voz de los sin
voz”.
Años
después me lo devolvió el filme Romero, de John Sacret Young cuando fue encarnado
magistralmente por Raúl Julia, con raíces en una familia bayamesa.
Según develan varias fuentes entre ellas la Wikipedia el 24 de marzo de 1990 se dio inicio a la causa de canonización de monseñor Romero. En 1994 se presentó formalmente la solicitud para su canonización a su sucesor Arturo Rivera y Damas. A partir de ese proceso, monseñor Romero recibió el título de Siervo de Dios. El 3 de febrero de 2015 fue reconocido como mártir «por odio a la fe» por parte de la Iglesia católica, al ser aprobado por el papa Francisco el decreto de martirio correspondiente y promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos.
Esta
es una vida sencilla y a la vez grandiosa por eso En América
Latina algunos se refieren a él como san Romero de América.
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