Mi
difunto suegro Fermín Mazquiarán Baserva me lo contó, un día como hoy hace
muchísimos años, y lo traigo a colación porque entonces entendí que él
derrotaba un viejo concepto machista.
Cuando
Isabel y él se casaron soñaron juntos una hija, cuando nació todo fue felicidad,
en el segundo embarazo la suerte no les
sonrió y perdieron su segunda hija.
Para el tercer encargo en el año 1962 pensaron
en un varón y a medida que la barriga crecía Fermín anunciaba a viva voz: “Ahora
vamos a tener al caballo de Atila”, frase muy en boga entonces y que denotaba
fuerza, inteligencia liderazgo.
Pasaron
los meses y como en ese tiempo los
exámenes ultrasónicos no revelaban el sexo del bebé pues ellos siguieron
firmes en la idea de que nacería un varón.
Llegó
el 15 de abril de 1963 y el doctor Fermín Fernández tocayo de mi suegro, enseñó
a la esposa una hermosa niña y corrió a la sala de espera para informar a los
familiares.
Mi
suegro ni corto ni perezoso exclamó sin
ningún vestigio de derrota y con una sonrisa amplia:
-¡He
descubierto que Atila montaba en yegua!
Y quitando
todo lo negativo que pueda tener el vocablo, es más amplificando todo lo
positivo como noble inteligente, capaz, la hoy mi mujer es una de las personas
más inteligentes y analíticas que he conocido con un don de mando natural que y aunque se gasta un geniecillo del cará
puede ser la mujer más dulce de la tierra.
Llegue
hoy a Carmen y a todas las cubanas como ella que saben hacer valer sus derechos (en su caso sin
renunciar a la vida hogareña) mi más tierna felicitación.
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