Admiré a Raúl Pomares desde que Tele Rebelde todavía radicaba en Santiago de Cuba y desde
allí junto a Enrique Molina ya empezaba a deleitar a las audiencias con sus
personajes recios y de gran calor humano, tuve ecos de su quehacer en el
Cabildo Teatral Santiago.
Después seguí admirándolo en la televisión nacional y
en el cine por su actuar natural sin poses ni altisonancias, confieso que lo
odié al encarnar al bandolero Julio Emilio Carretero de triste recordación en
las lomas del Escambray en el filme El hombre de Maisinicú cuando elevó un rol
secundario a la categoría de protagónico tal como pasó con Reynaldo Miravalles.
Pero a mi juicio, el rol más sobrecogedor de su carrera
fue el de Yayo en la telenovela La otra esquina. En los comentarios hogareños
después del espacio o con inoportunas interrupciones al mismo aseguré, con
fundamento solo en mi presunción, que “seguramente el director conociendo la talla descomunal del actor le
encargó un papel que descansara solo en la gestualidad y que solo por este
papel él merecería el más alto lauro de la actuación en Cuba”, así dije.
Pero leyendo el trabajo Diálogos virtuales desde la otra esquina en la página cultural de Granma que propició una charla y debate interactivo con los receptores de este audiovisual surge la verdad.
Pero leyendo el trabajo Diálogos virtuales desde la otra esquina en la página cultural de Granma que propició una charla y debate interactivo con los receptores de este audiovisual surge la verdad.
El propio Molina le hizo el homenaje que todos
querríamos rendir cuando refirió: Esta participación (como Yayo) da la medida de su rigor en el
cumplimiento de sus compromisos pues cuando comenzaron los ensayos de la novela
enfermó y como no podía hablar por la gravedad de la enfermedad le escribió una
nota al director diciendo que si le quitaba
los textos al personaje y lo
dejaba interpretarlo por señas, él se quedaba con el personaje. Así nos queda a
todos el grato recuerdo de de haber trabajado con un actor que fue consecuente
con la ética profesional hasta sus últimos momentos.” Concluye Molina
Poco me queda por decir después de este juicio, solo
considero gigantescos los aciertos de Pomares y del director Ernesto Fiallo,
también que la vida de Raúl puede resumirse en una frase que es leitmotiv o
tópica en mi camarada y fotógrafo Felo Martínez quien al referirse a algo de
alto valor lo compara con la armazón de
los grandes árboles así podría asegurar
que Pomares “es tronco de actor y de
hombre”.
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