“Yo quiero votar por Obama
desde aquí”, ha dicho más de un iluso desde el pasado 17 de diciembre cuando
Cuba y el mundo vibraron con lo trascendente del regreso al hogar de los tres
héroes hasta entonces presos y el restablecimiento de las relaciones con
Estados Unidos.
El denominador común entre esas personas es el analfabetismo
histórico-político, hayan aprovechado o no, las oportunidades educacionales que
la Revolución les dio y que en su mayor parte son lumpenproletarios que
pretenden “vivir del aire”.
¿Pensarán que la sociedad
mercantilista donde todo se mide a nivel de consumo y del sonido de la
contadora permite conductas así?
Otros soñadores “letrados”
desdeñan las lecciones ofrecidas por la Historia, aun cuando es cierto que la
normalización de las relaciones entre ambos pueblos representa una manera
civilizada de coexistir con las
diferencias mutuas, nadie debe, ni puede dormirse en los laureles.
Recordemos que desde el
nacimiento de nuestra identidad nacional diversos gobernantes norteamericanos
instituyeron políticas o doctrinas que
van desde la bravucona (Gran Garrote) la determinista (la Fruta Madura) o la
embozada y artera del Buen Vecino.
Parafraseando a Obama este
reconoció que continuará su labor para que haya una “democracia” en Cuba al
estilo capitalista.
Raúl fue meridianamente claro con respecto a
un diálogo respetuoso, “basado en la igualdad soberana, para tratar los más
diversos temas de forma recíproca, sin menoscabo de la independencia nacional y
la autodeterminación de nuestro pueblo”.
Este comentarista aplaude
el valiente paso recién dado por el
actual inquilino de la Casa Blanca, pero
considera, asimismo, que una embajada norteña aquí obliga a la activación de
todos los botones de alerta para evitar sorpresas al estilo del dormido camarón
del refrán.
Ciertamente a muchas
personas de allá se les cerraría el negocio de la contrarrevolución, y a la
contra interna se le acabaría el “vivío”.
A algunos funcionarios de
medio pelo de acá, tampoco les conviene pues se les acabarían las
justificaciones si se descorren las férreas cortinas del bloqueo.
Pero volvamos a la frase
que encabeza este comentario, lo que ella expresa nunca ocurrirá porque con
aciertos e imperfecciones “mi democracia es mía”, como diría el guajiro
Melesio, y el tufo anexionista que entraña jamás se hará realidad sobre este
suelo.
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