Ya es casi
imposible verlas o escucharlas, hoy resultan anacrónicas, muchos materiales,
modos modernos y sobre todo el cambio de mentalidad (para bien) las han
sepultado en el olvido.
Unían lo
utilitario y económico a la comodidad sazonada con lo ruidoso y popular, pues
resultaban antítesis de su parienta la silenciosa alpargata.
Podían adquirirse
por unos pocos centavos en cualquier bodega o venduta estaban compuestas por
elementos de los reinos vegetal y mineral… hablando en plata consistían en una
planta de madera con unas palas de caucho guarnecidas por una tirilla de
hojalata fijada a la madera por seis diminutas puntillas o “gallitos” de zapatero.
Eran las
inefables chancletas de madera o cutaras de palo como decíamos en el Oriente
cubano e incluso chinelas como algunos se aventuraron a llamarlas
Fueron testigos
excepcionales de interesantes charlas a las puertas de las casas tras un
agotador día de trabajo, pues tenían la ventaja de permitir entrar a la ducha,
secarse y continuar el descanso de los 10 dedos cuando el olorcillo de la sopa
de garbanzos, el subsiguiente cocido, el arroz blanco y las viandas convidaban al
olfato y gusto.
También eran
partícipes inanimados -o animados por una mano airada- de las broncas de
solares o cuarterías, o de un salvaje correctivo en asentaderas infantiles.
Usadas sin
cuidado alteraban el silencio y la tranquilidad hogareña o del barrio sobre
todo en noches y madrugadas; la gente desconsiderada convertía en un lactante a
Caín, el príncipe de la bulla, y así podía cualquiera conseguirse un diferendo
incluso una reyerta por irrespeto al sueño ajeno.
Hoy pertenecen al
pasado, tras su esplendor hace cuatro o cinco décadas entre los humildes, hoy y solo rescatadas por algún grupo teatral o
danzario que las reviven con sabrosura, sazonadas con indiscutible ritmo y
cubanía.
Muy ilustrativo de la "constitución" de la chancleta de palo es el óleo de Carmelo González Gutiérrez (Carmelo hijo) que preside este post.
Muy ilustrativo de la "constitución" de la chancleta de palo es el óleo de Carmelo González Gutiérrez (Carmelo hijo) que preside este post.
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