Con 85 años, cargado de espaldas, la voz un poco rajada y una tristeza perenne, aunque se sobrepone a ella, Onésimo evoca pasajes de la vida de su hijo Juan Wilmer Vargas Maceo, el primer caído de Granma bajo cielo angoleño.
“Juan había
sido Camilito, (estudiante de las escuelas militares Camilo Cienfuegos) cuando estalla la guerra
se había graduado como oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias,
trabajaba en La Habana y por allá mismo fue se fue a combatir.
“Todos los
que le conocieron admiraron su bravura, cumplió con los deberes como le
correspondía, cayó en las cercanías de Cabinda en una emboscada, fue herido en
el maxilar, en el abdomen ¡me lo desbarataron! dice, pero con sus últimas
fuerzas, según relatan sus camaradas, alcanzó a decir: ´Recojan las armas y ordénenlo
todo´,”.
“Muchas
veces me preguntan qué se siente al perder un hijo en esas condiciones y
siempre explico que un dolor como
si le oprimieran a uno el pecho con unas tenazas inmensas, pero me conforta saber que murió defendiendo
sus creencias… a los jóvenes siempre les
digo que inspirados en el ejemplo de los
caídos nunca dejen de cumplir con sus compromisos
familiares y con la patria.
“Tuve 14
hijos de ellos dos fallecidos, una
hembra y Juan, el mayor de mi segundo
matrimonio, él aunque ya ausente me sirve
de mucho: cuando lo ponía de ejemplo a
sus hermanos más chiquitos, me hacían más caso para respetar más su memoria y ahora para seguir viviendo.
“El golpe
nos llegó cuando todavía las operaciones no habían terminado, yo había ido a La
Habana para averiguar, y ¡nada! pero mientras duró mi viaje hasta Bayamo llegó
la notificación y no me lo querían decir a lo mejor porque yo padecía de un asma muy fuerte; ahora parece que la voy
venciendo”.
Juan fue el
primer caído de los 40 bayameses y
174 granmenses que dieron su vida en lucha frontal contra el racismo, el
colonialismo y la desigualdad.
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