Bayameses y visitantes quedaron conmovidos este
agosto cuando vieron aparecer una estatua de rostro inescrutable en las
cercanías del Centro de desarrollo de la Artes visuales.
Bronce viejo degradado a otro más bruñido
coloreaban traje y piel de quien con movimientos casi imperceptibles avanzaba
hacia la Plaza de la Revolución para, a lo mejor en cualquier ida y vuelta,
alcanzar a sus camaradas, y juntos o separados quedar eternizados en los
flashes de cámaras digitales, teléfonos
móviles o en el recuerdo de la gente.
¿Quiénes son? ¿De donde vienen? Eran preguntas
explícitas o calladas que flotaban en el Paseo General García, pero nadie
parecía saberlo hasta que la porfiada indagación condujo a la sede de la
Asociación Hermanos Saíz de Santiago de Cuba y a la certeza de que el gestor
del proyecto denominado Ojos, que conquistara el favor de los bayameses, es el
artista Alcides Carlos González Díaz, conocido como Tití.
A todas luces la agrupación honra su nombre, pues
ninguna mirada ignora su desempeño, las siluetas devienen símbolos que el
público debe admirar, especialmente en las calles adonde llegan sin pedir
permiso.
Cada figura lleva en sí sobriedad o altisonancia,
como ese chico de tonos rojos y naranjas que estremeció a una cincuentona un
tanto despistada que lo confundió con un quemado y solo atinó a murmurar
¡pobrecito!
Las estatuas forman una vívida sinfonía de color
desde el negro de quien remeda una suerte de Güije; el azul deslumbrante, los
tonos abigarrados o manos blancas que visten
la semidesnudez y el estatismo de
las damas.
El público respetuoso y admirado queda también
inmóvil en la apreciación del tinte inocuo sobre la piel. Los pies, por lo general descalzos, desafían el
pavimento acrisolado por el sol del
mediodía en la lentísima marcha, que
marca el éxito que ganó Ojos, en su visita inicial a la Cuna de la nacionalidad
cubana.
Esta modalidad de teatro callejero, con una vasta
tradición europea, ya no es exclusiva de la capital del país, gracias a Tití,
quien hace siete años dirige este proyecto y hace posible el milagro de las
estatuas vivientes en el Oriente de Cuba.
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