domingo, 20 de abril de 2014

Mis entusiasmos y divergencias con El Gabo

Me confieso un fanático de Gabriel García Márquez, ese monstruo de la narrativa y el periodismo que sin proponérselo, o a sabiendas, era un señor profesor en todo lo que se planteaba,  pues a la vez que aprendía haciendo y escoltado por una saga impresionante de conocimientos, mostraba a los demás, sin petulancia, como hacer.
De sus novelas solo me faltan por leer La increíble  y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada y Memoria de mis putas tristes.
Leí Cien años de soledad en el año 72 por pura casualidad y desde entonces lo he leído y perdido cuatro veces por la manía que tiene la gente de no devolver los libros.
Algo similar me sucedió  con El amor en los tiempos del cólera: El Gabo me hizo sufrir junto a Florentino Ariza el amor ¿imposible? por Fermina Daza…me angustié como si fuera Santiago Nassar el asesinato  que “me” empezaron a avisar desde el mismo comienzo de  Crónica de una muerte anunciada que YO iba a ser asesinado por los hermanos de Ángela Vicario.
Por eso no fue extraño que mi paso por las aulas universitarias en los cursos de literatura hispanoamericana fueran para mí  lo más amenos y mejor aprovechados de mi aventura académica.
En cuanto a no ficción disfruté, aprendí y opiné con Operación Carlota, Crónicas y reportajes, De viaje por los países socialistas, La aventura de  Miguel Littín, clandestino en Chile y Periodismo militante, pero me sobrecogieron sus crónicas sobre el asesinato de Wilma Montessi, aquella chica italiana aparecida muerta en la ciudad de Ostia y que bajo la pluma de El Gabo aparecía cada crónica más actual , más de impacto, más detectivesca, más lejos de  aquellos escritores de tinta roja, recreadores del morbo y el sensacionalismo.
García Márquez hace algo que muchos colegas cubanos y extranjeros critican: que la frontera entre literatura y periodismo se difumine para que el producto final sea cualitativamente superior
Pero también he de confesar que disentí de Gabriel cuando   me enteré que en  La  ciudad mexicana de  Zacatecas tan peculiar, tan defensora del español, propusiera   la supresión de los acentos, un distinto uso para la zeta y la ce, para la ge y la jota, la desaparición de la uve y de la hache y el exterminio de la cu y la ce.
Por eso coincido con Federico Sescosse, un ex banquero  ferviente  velador de que esa urbe   repela los extranjerismos,   primero a quien no le hizo ninguna gracia la propuesta del escritor colombiano. «Eso sería un esfuerzo ingente para no ganar nada. Sería abandonar el español tradicional que todos conocemos para hacer una especie de esperanto. Y el esperanto no tuvo éxito porque nadie lo amaba», dijo Sescosse.
Además ya García Márquez era un consagrado, pero desde que vivía en Aracataca y después toda su obra ¿no la escribió con todas las letras del alfabeto? Prefiero pensar que todo fue una broma.
Tampoco  río con la idea de porque rompiendo con la tradicional visión heroica de Bolívar,  El Gabo ofrece un retrato del Libertador , muy humano, eso sí pero acentuando los rasgos que acompañan a su prematura vejez e incluso habla irrespetuosamente de quien él mismo se confesara ferviente admirador ¿?  
Creo, como muchos otros  que la novela dañaba la reputación de uno de los personajes históricos más importantes de la región.
Respeto a  otros  que vieron a  El general en su laberinto como un bálsamo para la cultura latinoamericana y un reto hacia la región para que se enfrentara a sus problemas.
Con todo, lamento no poder ver nada nuevo escrito por quien a los 87 años acaso guardara en su arsenal obras maestras de la literatura americana y universal.




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