domingo, 30 de marzo de 2014

Otras facetas de las empanadillas de Clementina




Tengo una visión particular acerca de ciertas cosas del Bayamo de antaño, pues cuando uno tiene escasa edad no siempre puede hacerse un juicio certero, porque mira desde la altura de las rodillas de lo mayores…entre esos recuerdos afloran las empanadillas y frituras de bacalao de  Clementina.
El quiosco y fonda para venderlas y la   vieja casa de madera  de la singular señora estaba situada en la esquina de las calles Pío Rosado y Manuel del Socorro, en lo que fue la bayamesa plaza de San Blas y después la gente la fue llamando “La Comercio” es alusión a la escuela donde  impartían carreras relativas a  este  ramo;   otros  la generalizan como San Juan por extensión a la Plaza del mismo nombre.


Hace mucho todo eso desapareció para dar paso a un parquecito donde los abuelos practican ejercicios que los mantienen activos, pero que casi siempre comparten con inofensivos alcohólicos que arruinan  el baile de sus vidas,  al son del matarratas
En la vieja casa de madera, al fondo del quiosco,   vendían también la harina de maíz salcochado, muy útil en la cocina criolla.
Clementina era una viejecita bondadosa, escasa de carnes y quien inició  a Concha, mi madre, en el arte de vender “la harina más fina y fresca” a tres centavos la latica de leche condensada,  popular tazón de medidas  del cubano, después el precio  escaló a un “medio” y así fue subiendo con los años para llegar a los encumbrados precios de 1,60 y dos pesos en la actualidad
Pero volviendo a empanadillas y frituras estas tenía multitud de fanáticos (no sé por que durante tanto tiempo el vocablo estuvo desterrado de nuestro vocabulario).
Los amantes de esas golosinas, permítaseme  otro paréntesis, pero es que por lo grasosas hoy serían un insulto, como lo son, en la proliferación del trabajo por cuenta propia, pero ahora además de los lípidos, casi nunca tienen marca superior de calidad.
Los comensales eran trabajadores, vecinos, paseantes y estudiantes de la escuela de Comercio, entre el quiosco y el caserón había un pasillo por donde cortaba camino casi todo el que iba al entonces cine Iglesias, hoy 10 de Octubre, o varias cuadras más allá… una eventual pareja  en uniforme blanco y rojo vino se daba un relampagueante  aprentoncito, escapando de la censura de los dueños del establecimiento y de los “adultos”mayores, siempre velando por las buenas costumbres.
Todas estas visiones las relaciono con ese manjar criollo con el cuño de Clementina que todavía no he encontrado quien las iguale: parecidas a la foto de recetasdemama.es   que acompaña este post eran las delicias salidas de las manos de aquella amable viejecita de la cual,  lamentablemente no recuerdo el apellido.

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