Tengo una visión particular acerca de
ciertas cosas del Bayamo de antaño, pues cuando uno tiene escasa edad no
siempre puede hacerse un juicio certero, porque mira desde la altura de las
rodillas de lo mayores…entre esos recuerdos afloran las empanadillas y frituras
de bacalao de Clementina.
El quiosco y fonda para venderlas y la vieja
casa de madera de la singular señora
estaba situada en la esquina de las calles Pío Rosado y Manuel del Socorro, en lo que fue la bayamesa plaza de San Blas y después la gente la
fue llamando “La Comercio” es alusión a la escuela donde impartían carreras
relativas a este ramo; otros la generalizan como San Juan por extensión a
la Plaza del mismo nombre.
Hace mucho todo eso desapareció para dar
paso a un parquecito donde los abuelos practican ejercicios que los mantienen
activos, pero que casi siempre comparten con inofensivos alcohólicos que
arruinan el baile de sus vidas, al son del matarratas
En la vieja casa de madera, al fondo del
quiosco, vendían también la harina de maíz salcochado,
muy útil en la cocina criolla.
Clementina era una viejecita bondadosa,
escasa de carnes y quien inició a Concha,
mi madre, en el arte de vender “la harina más fina y fresca” a tres centavos la
latica de leche condensada, popular tazón
de medidas del cubano, después el precio
escaló a un “medio” y así fue subiendo
con los años para llegar a los encumbrados precios de 1,60 y dos pesos en la
actualidad
Pero volviendo a empanadillas y frituras
estas tenía multitud de fanáticos (no sé por que durante tanto tiempo el vocablo
estuvo desterrado de nuestro vocabulario).
Los amantes de esas golosinas, permítaseme
otro paréntesis, pero es que por lo
grasosas hoy serían un insulto, como lo son, en la proliferación del trabajo
por cuenta propia, pero ahora además de los lípidos, casi nunca tienen marca
superior de calidad.
Los comensales eran trabajadores, vecinos,
paseantes y estudiantes de la escuela de Comercio, entre el quiosco y el caserón
había un pasillo por donde cortaba camino casi todo el que iba al entonces cine
Iglesias, hoy 10 de Octubre, o varias cuadras más allá… una eventual pareja en uniforme blanco y rojo vino se daba un relampagueante
aprentoncito, escapando de la censura de
los dueños del establecimiento y de los “adultos”mayores, siempre velando por
las buenas costumbres.
Todas estas visiones las relaciono con
ese manjar criollo con el cuño de Clementina que todavía no he encontrado quien
las iguale: parecidas a la foto de recetasdemama.es
que acompaña este post eran las delicias
salidas de las manos de aquella amable viejecita de la cual, lamentablemente no recuerdo el apellido.
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