domingo, 2 de marzo de 2014

Defender el patrimonio azucarero


El central Bartolomé Masó, ubicado en la precordillera de la Sierra Maestra, es el de mayor valor patrimonial en Granma; por esa causa, se efectuará allí, en noviembre de este año, un evento nacional por el rescate y conservación del patrimonio industrial.
Desde su construcción en 1922 y su primera zafra dos años después, varios equipos han estado prestando servicios, entre ellos, una locomotora, 16 máquinas herramientas dentro del ingenio, el tanque para almacenar agua, que aún bombea para la población, la grúa de los molinos, el domo   de las calderas, (contrafuerte donde van situadas) otro tanque para almacenar miel, bomba y tanque aéreo para petróleo, y especialmente, el local del sindicato azucarero.

La locomotora  número 1575, de fabricación norteamericana, acarreó materiales para la construcción del ingenio y después caña, hasta la década de los años 90. Más tarde, formó parte de un paquete turístico: la locomotora conducía un vagón con visitantes extranjeros, lo que permitía al ingenio generar ingresos en divisas.
Esta máquina perdió parte de sus piezas, que ya no se fabrican y lo que   decidieron en el extinto Ministerio del Azúcar es que cinco máquinas de vapor aún existentes, se pusieran como identificación de los centrales granmenses: una  entrada de Grito de Yara, otra  en la salida hacia Playa Las Coloradas, pero como identificación del ingenio Roberto Ramírez; en la entrada de Sofía anunciando al desaparecido central Ranulfo  Leyva, la otra  en Mabay como antesala del ingenio Arquímedes Colina, y la que recibe a los visitantes, en Bartolomé Masó.
Los innovadores masoenses se declararon impotentes para restaurarla. “Esas cinco locomotoras tenían alto grado de deterioro en sus calderas y partes principales, y no se pueden recuperar”, dice   Eduardo García Piña, actualmente jefe de transporte ferroviario en ese ingenio, y quien tuvo mucho que ver cuando se preparó  el equipamiento para el turismo, quien  expresa que por decisión del antiguo Minaz, las locomotoras que prestaban ese servicio fueron a parar,  una al Valle de los ingenios, en Sancti Spíritus, y la otra, al central Patria, de Cienfuegos, “como una forma de colaboración patrimonial”.
¿Colaboración? ¿No se supone que lo patrimonial significa propio, familiar, hereditario, patrio? ¿Cómo entonces se va a regalar a otros lo que nos pertenece? ¿Cómo permitieron los técnicos, sindicalistas, dirigentes y técnicos del ingenio masoense que esto ocurriera?
No es una cuestión de egoísmo, sino que se trata de desvestir a un santo para vestir a otro y recordemos lo que el viejo refrán expresa: “El que da lo que tiene a pedir se queda”.
Considero que este sería un buen tema para debatir en el  evento sobre patrimonio azucarero que tendrá lugar en noviembre.



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