El central Bartolomé Masó, ubicado en la
precordillera de la Sierra Maestra, es el de mayor valor patrimonial en Granma;
por esa causa, se efectuará allí, en noviembre de este año, un evento nacional
por el rescate y conservación del patrimonio industrial.
Desde su construcción en 1922 y su
primera zafra dos años después, varios equipos han estado prestando servicios,
entre ellos, una locomotora, 16 máquinas herramientas dentro del ingenio, el
tanque para almacenar agua, que aún bombea para la población, la grúa de los
molinos, el domo de las calderas, (contrafuerte donde van
situadas) otro tanque para almacenar miel, bomba y tanque aéreo para petróleo,
y especialmente, el local del sindicato azucarero.
La locomotora número 1575, de fabricación norteamericana, acarreó
materiales para la construcción del ingenio y después caña, hasta la década de los
años 90. Más tarde, formó parte de un paquete turístico: la locomotora conducía
un vagón con visitantes extranjeros, lo que permitía al ingenio generar
ingresos en divisas.
Esta máquina perdió parte de sus piezas,
que ya no se fabrican y lo que decidieron en el extinto Ministerio del Azúcar
es que cinco máquinas de vapor aún existentes, se pusieran como identificación
de los centrales granmenses: una entrada
de Grito de Yara, otra en la salida
hacia Playa Las Coloradas, pero como identificación del ingenio Roberto Ramírez;
en la entrada de Sofía anunciando al desaparecido central Ranulfo Leyva, la otra en Mabay como antesala del ingenio Arquímedes
Colina, y la que recibe a los visitantes, en Bartolomé Masó.
Los innovadores masoenses se declararon
impotentes para restaurarla. “Esas cinco locomotoras tenían alto grado de
deterioro en sus calderas y partes principales, y no se pueden recuperar”, dice
Eduardo García Piña, actualmente jefe de
transporte ferroviario en ese ingenio, y quien tuvo mucho que ver cuando se
preparó el equipamiento para el turismo,
quien expresa que por decisión del antiguo
Minaz, las locomotoras que prestaban ese servicio fueron a parar, una al Valle de los ingenios, en Sancti Spíritus,
y la otra, al central Patria, de Cienfuegos, “como una forma de colaboración patrimonial”.
¿Colaboración? ¿No se supone que lo
patrimonial significa propio, familiar, hereditario, patrio? ¿Cómo entonces se
va a regalar a otros lo que nos pertenece? ¿Cómo permitieron los técnicos,
sindicalistas, dirigentes y técnicos del ingenio masoense que esto ocurriera?
No es una cuestión de egoísmo, sino que
se trata de desvestir a un santo para vestir a otro y recordemos lo que el
viejo refrán expresa: “El que da lo que tiene a pedir se queda”.
Considero que este sería un buen tema para
debatir en el evento sobre patrimonio
azucarero que tendrá lugar en noviembre.
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