La víspera
cumplí 64 años y quizás para otros no, pero para mis adentros he logrado
imponer un record.
Numerosos
amigos, familiares y hasta desconocidos,
de modo personal, vía telefónica, por correo electrónico o mediante las redes
sociales me desearon suerte, salud y
felicidad… hermosos gestos que agradezco.
Y por
esas cosas de la gente de antaño, recuerdo que antes se aludía a la fecha de
nacimiento como el santo costumbre que pervive
y por eso ahora cualquier locutor de voz engolada le envía sus parabienes a
Fulano o Mengano que celebra su “onomástico” aunque se llame Yulieski y haya
nacido el día de San Sebastián.
¡Ah!
porque esa costumbre nació cuando se ponía -o imponía- a chicas y chicos el
nombre que “traían” en el almanaque.
Esto, por
supuesto, y por la ignorancia de ciertas gentes, dotó a los pequeños de unos
nombrecitos que eran cosa risible como el famoso Santoral al Dorso, porque
precisamente los apelativos aparecían en
el reverso de imágenes litografiadas o reproducidas por otras técnicas de
impresión y muchas veces aludían a una campaña
publicitaria.
En mis
años de profesor pude comprobar la crueldad impensada de ciertas personas al
nominar a un crío y es algo que puede constituir una novedad onomástica, pues
una de mis alumnas respondía a un sonoro Miscelánea Tornés Paneque, porque
también en el reverso de los calendarios se contaba la relación de ayunos,
abstinencias y otros pormenores de la fe católica, entre ellos esa tal Miscelánea.
Menos mal
que Concha, mi madre, saltó el convencionalismo porque el 18 de enero era el día
de la Cátedra de San Pedro en Roma, y a algunos de mis cocumpleañeros les
nombraban Pedro.
Pero una
vecina muy iletrada -si cabe esa categoría-
nunca comprendió lo de la cátedra y ante alguno de mis avances escolares con voz estentórea pregonaba: “Es verdad que
usted es la Cártera”, como el sumum de la inteligencia.
El
santoral cambió y después San Pedro dio paso a San Liberato y otros “sanes”.
Refrendando
lo que escribí al principio, cumplir 64
no es tarea fácil y aunque la gente diga: “Estás igualito”, sabes que eso es
solo una formalidad, porque las libras de más en el abdomen, la calvicie
incipiente, la opacidad en el cristalino, (me libré de la de un ojo quirúrgicamente)
y el guiño poco cómplice que me hace el espejo, durante las pocas veces que lo
consulto me gritan el cambio que voy dando junto al tiempo.
Pero
tengo un saldo muy positivo y no me canso de repetirlo: pude con todo amor
despedir a mis padres, tengo una bella esposa, y familia que crece como un árbol,
pude ser papá, abuelo y espero que
bisabuelo y ¿Por qué no tátara? Porque mis descendientes se encargarán de
perpetuar mi especie.
Igualmente
conocí el misterio de los Reyes Magos –los
padres esperaban a un sueño providencial para ponernos los juguetes- conocer a
veteranos del Ejército Libertador, los horrores de una guerra civil que me
llegaban desde lejos, o a veces desde
cerca, la entrada de los barbudos a Bayamo, la desaparición de Camilo…
También
la epopeya de Girón y la campaña contra el analfabetismo de la que fui humildísimo
soldado de 11 años y muchísimos hechos que solo pueden atesorarse cuando uno dobla a toda velocidad la curva de
la vejez o como dicen ahora “para no ofender”, la curva de la tercera edad.
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