domingo, 19 de enero de 2014

Eventos en mis 64



La víspera cumplí 64 años y quizás para otros no, pero para mis adentros he logrado imponer un record.
Numerosos amigos,  familiares y hasta desconocidos, de modo personal, vía telefónica, por correo electrónico o mediante las redes sociales me desearon suerte,  salud y felicidad… hermosos gestos que agradezco.
Y por esas cosas de la gente de antaño, recuerdo que antes se aludía a la fecha de nacimiento como el santo costumbre  que pervive y por eso ahora cualquier locutor de voz engolada le envía sus parabienes a Fulano o Mengano que celebra su “onomástico” aunque se llame Yulieski y haya nacido el día de San Sebastián.
¡Ah! porque esa costumbre nació cuando se ponía -o imponía- a chicas y chicos el nombre que “traían” en el almanaque.

Esto, por supuesto, y por la ignorancia de ciertas gentes, dotó a los pequeños de unos nombrecitos que eran cosa risible como el famoso Santoral al Dorso, porque precisamente los apelativos aparecían  en el reverso de imágenes litografiadas o reproducidas por otras técnicas de impresión y   muchas veces aludían a una campaña publicitaria.
En mis años de profesor pude comprobar la crueldad impensada de ciertas personas al nominar a un crío y es algo que puede constituir una novedad onomástica, pues una de mis alumnas respondía a un sonoro Miscelánea Tornés Paneque, porque también en el reverso de los calendarios se contaba la relación de ayunos, abstinencias y otros pormenores de la fe católica, entre ellos esa tal Miscelánea.
Menos mal que Concha, mi madre, saltó el convencionalismo porque el 18 de enero era el día de la Cátedra de San Pedro en Roma, y a algunos de mis cocumpleañeros les nombraban Pedro.
Pero una vecina  muy iletrada -si cabe esa categoría- nunca comprendió lo de la cátedra y ante alguno de mis avances escolares  con voz estentórea pregonaba: “Es verdad que usted es la Cártera”, como el sumum de la inteligencia.
El santoral cambió y después San Pedro dio paso a San Liberato y otros “sanes”.
Refrendando lo que escribí al principio, cumplir  64 no es tarea fácil y aunque la gente diga: “Estás igualito”, sabes que eso es solo una formalidad, porque las libras de más en el abdomen, la calvicie incipiente, la opacidad en el cristalino, (me libré de la de un ojo quirúrgicamente) y el guiño poco cómplice que me hace el espejo, durante las pocas veces que lo consulto me gritan el cambio que voy dando junto al tiempo.
Pero tengo un saldo muy positivo y no me canso de repetirlo: pude con todo amor despedir a mis padres, tengo una bella esposa, y familia que crece como un árbol, pude ser papá,  abuelo y espero que bisabuelo y ¿Por qué no tátara? Porque mis descendientes se encargarán de perpetuar mi especie.
Igualmente conocí el misterio  de los Reyes Magos –los padres esperaban a un sueño providencial para ponernos los juguetes- conocer a veteranos del Ejército Libertador, los horrores de una guerra civil que me llegaban desde lejos,  o a veces desde cerca, la entrada de los barbudos a Bayamo, la desaparición de Camilo…
También la epopeya de Girón y la campaña contra el analfabetismo de la que fui humildísimo soldado de 11 años y muchísimos hechos que solo pueden atesorarse  cuando uno dobla a toda velocidad la curva de la vejez o como dicen ahora “para no ofender”,  la curva de la tercera edad.

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