domingo, 15 de septiembre de 2013

El catcher


Cuentan añejos habitantes de Buey Arriba, en las estribaciones de la Sierra Maestra, que en las minas de manganeso  allí explotadas en edad temprana del pasado siglo, que la fuerza de la explosión en un socavón, sacó de él a un españolito –un gallego- decían ellos.

Era de muy corta talla: apenas rebasaba el metro y medio, pero  era de fuerte contextura.

La contusión sufrida le quebró algunas vértebras, pero no le interesó la médula espinal y así mal que bien el hombre, conocido por José, realizaba sus funciones motoras,  caminaba pero en una posición semisentada o semiagachada (como se prefiera)  y se ganó el apelativo del El quécher por similitud con el jugador  que detrás del home en el juego de béisbol, ocupa esa posición clave.

El hombrecito vendía  y/o revendía revistas y periódicos para  ayudar a su propia  y maltrecha economía.

-Bemia, Bemia, exclamaba para atraer la atención sobre la emblemática revista Bohemia, aunque  las “bemias rusas” también formaban parte de su mercancía, que pregonaba desde el Fondo de la Mina -como dicen los lugareños al lugar más bajo y que casi confluye con el río- hasta el Alto del hospital, en el sitio más elevado del poblado.

Nadie le decía de frente el nombrete, pero él sabía que lo tenía, aunque  no le importaba, cuando se sofocaba pedía agua en cualquiera de las casas de sus clientes y la bebía con sonido gorgoteante del gaznate.

Así de este modo sencillo El Quécher llegó a ser  parte indisoluble del paisaje de Buey Arriba, que antes se llamó Minas de Bueycito.

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