domingo, 21 de abril de 2013

Bloqueo, mentiras y verdades

El bloqueo norteamericano fue impuesto a nuestra Patria el propio primero de enero de 1959, aún antes de que se firmara algún documento.

Sí, porque desde el mismo instante en que el dictador Fulgencio Batista llegó a territorio estadounidense con las maletas cargadas del dinero del erario público, jamás una administración norteamericana intentó devolver ese efectivo a la Mayor de las Antillas, esa es una verdad de la que nunca ellos hablan.

El bloqueo se tejió desde una urdimbre de mentiras que pretenden enmascarar y suavizar no solo el término, sino el efecto que pueda causar en la opinión pública internacional, que por suerte ya va cobrando conciencia de la genocida práctica.

Es mentira que sea un embargo lo que impuso John F. Kennedy cuando
firmó la orden ejecutiva que impuso el bloqueo a Cuba, el 7 de febrero de 1962, dando inicio a todo un andamiaje de decisiones ejecutivas para lograr la consolidación de la política de bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba.
Ese es un término muy suave: realmente es un férreo cerco que ahoga a nuestro pueblo desde hace 50 años para rendirlo por hambre y enfermedades, y que obliga a nuestras autoridades comerciales a comprar al otro lado del mundo lo que los cubanos pudiéramos adquirir precisamente aquí al lado.

Este fue el tema del espacio de reflexión para valorar los efectos del bloqueo contra Cuba que promueve desde este mes la delegación granmense del Instituto cubano de amistad con los pueblos.

En la de este sábado, primera edición, correspondió a especialistas y directivos de la Agricultura demostrar mediante cifras, anécdotas y hechos que la patibularia política yanqui afecta grandemente los cultivos cubanos y obliga, por ejemplo en granos, a laborear manualmente pues las máquinas sembradoras y cosechadoras nos están vedadas.

La hostilidad del bloqueo, (nunca fue embargo) impide que Cuba adquiera insumos diversos, herramientas agrícolas, materias primas para fabricar alimento animal y en esta provincia, la mayor productora de arroz del país, restringe el desarrollo del cereal.

¿Puede eso llamarse embargo?

Todo esto obliga a los agricultores granmenses, y cubanos en general, a una labor desgastante en el afán de continuar aportando alimentos para el pueblo, eso sí: con espíritu indomable.

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