
Todo el trayecto hacia nuestra casa, lo hizo en mi hombro mirando el camino en retrospectiva.
No hubo mucho tiempo de descanso: al anochecer fue a “conocer” al resto de la familia de la abuela materna, pues a la Mirta, la abuelita paterna, ya la ha visto completa; a cada paso quería que le retiraran esa sábana que llaman cargador; todas las luces del paseo General García llamaban su atención, al día siguiente junto a Conchi y Mario, los padres, recorrió parte del centro histórico urbano, en preparación para recibir su 500 cumpleaños.
Con su familia visitó la sede de la Unión Nacional de Escritores y Artistas en la provincia, allí enfocó su curiosidad en cada una de las caricaturas de la exposición que recrea rostros de intelectuales granmenses, gracias a los trazos del periodista y artista plástico Juan Rodríguez Licea.
La gente le elogiaba cada gesto o vistazo, él volteaba la cabeza ante cualquier movimiento; si “se metían con él” soltaba una sonrisa desprovista de dientes, que ya le pican y están locos por brotar.
En el día solo duerme a ratos para por la noche caer rendido, es entonces que descansan sus ojos, ansiosos de aprisionarlo todo, dicen Ariadna, y Carmen Luisa, las tías, que será inteligente pues tiene una curiosidad insaciable y esos niños aprenden rápido.
No es chochera de abuelo aunque pensándolo convenientemente, también lo es un poco, pero este chico nacido en Marianao también tiene raíces aquí y desde ahora, Carmen y yo (sus abuelos) Isabel la bisabuela, Isabel María, su tía abuela y muchos familiares más las regamos con el abono de la “bayamesidad”,de la cubanía que tiene su cuna en esta ciudad (Monumento Nacional) añosa y entrañable.
Por eso los ojos de Alejandrito deben trabajar mucho en el mes y medio que pasará por aquí.
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