domingo, 15 de julio de 2012

¡Que cese el encarne!

Coño, Gerardo, qué manera de ensañarse contigo la in-justicia norteamericana.

Has sido puesto varias veces en confinamiento solitario, sin mediar ni siquiera una excusa, pareciera que esto ocurre cada vez que uno de tus carceleros tiene problemas conyugales, específicamente de alcoba.

Afrontas repetidos problemas para enviar y recibir tu correspondencia legal y personal, violando el más elemental derecho de un reo, político o no.

Se le han prohibido las visitas a tu Adriana y este encierro injusto aleja cada vez más la posibilidad de que un cubanito de tu estirpe crezca en el vientre de la amada.

Ahora una nueva maniobra de las autoridades norteamericanas entorpece tu proceso de apelación porque saben que podrías demostrar tu inocencia; ya no saben qué trabas oponer, algunas ridículas, risibles, si no tuvieran el carácter dramático de impedir a un prisionero acceder a las visitas plenamente autorizadas y con burdos impedimentos burocráticos bloquear la luz de la verdad.

Vienen a mi mente escenas de un filme protagonizado por Michael Douglas, en el cual varios jueces, cansados de ver criminales evadirse legalmente, se decide a tomar la justicia por su mano, el elemento desencadenante es que un delincuente peligroso sale en libertad por un tecnicismo constitucional y grita en la audiencia: “¡Que vivan por siempre los Estados Unidos!” y es ahí donde el tribunal decide actuar.

Pero nada, Gerardo, la justicia norteamericana es especialista en castigar inocentes y liberar culpables, si no, por qué junto a tus hermanos permaneces cautivo y Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, por ejemplo, escaparon.

Como diríamos en buen cubano, que cese el encarne (manía).

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