martes, 15 de mayo de 2012

Para que el costo no sea en vano

Ciertamente debí comenzar por aquí al reincorporarme a mis actividades habituales, pero el domingo último no podía dejar de hablar del amor inconmensurable de las madres por sus hijos y por eso estas líneas debieron postergarse. Lo que tenía en mente como primer trabajo de este blog era relatar a los lectores la difícil convalecencia de una operación de cataratas, no por lo que representó específicamente para mí sino lo que puede representar para otros si no siguen los cuidados y consejos de los facultativos. La intervención exige una disciplina absoluta desde que el paciente entra al salón pues se hace con anestesia local: no obedecer las órdenes pudiera conllevar a errores, pero bien vale la pena cuando colocan el lente intraocular y en los escasos segundos que median antes del vendaje, poder ver con absoluta claridad. La primera noche resulta ardua pues uno apenas puede moverse y por tanto duerme mal, pero el premio llega con la retirada definitiva del vendaje cuando la luminosidad inicial molesta hasta que el ojo se a acostumbrando y, prácticamente, nuevo se abre goloso a la claridad y a la perfección de los colores. Después son tres meses de cuidarse como “gallo fino” para lo cual deviene determinante la cooperación de los familiares y el propio enfermo y la convicción de que no hacerlo puede llevar al fracaso… En mi caso por observar estrictamente las reglas estoy de alta del ojo izquierdo. Pero para ello me sirvieron también experiencias ajenas: una enfermera cubana refiere que tras participar en una operación similar en tierra de Bolívar, el paciente se incorporó en breve a su granja avícola seis días después mientras sustentaba a las aves un pollo le picó el ojo intervenido y debió regresar al quirófano, pero el asunto terminó bien. No fue así con un campesino maduro que no entendía que hubiera que bañarlo y alimentarlo…antes de un mes se fue a la punta de yuca arrancó varios cangres del tubérculo y regresó cargado a la casa pero hoy solo idéntica bultos y no reconoce a las personas. Uno debe cuidarse de un portazo, una caída… incluso de estornudar y toser, algo que parece imposible pero una conducta metódica puede lograrlo para tener un final feliz. Soy enemigo de sloganes y consignas, pero un spot televisivo tiene toda la razón cuando expresa: “Los servicios de salud en Cuba son gratuitos pero cuestan” y al margen de los miles de dólares que puede valer una intervención de este tipo, al margen del talento profesional y la utilización de recursos, la mayor satisfacción es que no haya sido en vano.

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