domingo, 25 de diciembre de 2011

Así recuerdo a Tablada, mi maestro


La jornada de homenaje a los educadores cubanos va tocando a su fin y como creo que cuando alguien lo merece debe recibir el reconocimiento diariamente.

Y eso me sucede con mi profesor, luego compañero de trabajo José Tablada

Aquel hombre robusto llegó al Centro unificado 21 de Octubre (de secundaria y preuniversitario) cargado de medios audiovisuales, ideas y acciones; nos enamoró a todos los alumnos con sus lecciones de Biología Aplicada, una revolucionaria experiencia que sin saberlo nos preparaba de manera sólida para futuros seminarios en aulas universitarias.

Los estudiantes de ese décimo grado, también como él, fuimos pioneros en “aprender haciendo” emparentando de verdad teoría y práctica, recibiendo conocimientos de Higiene de los alimentos, de cómo elaborarlos y también de cómo degustarlos.

Mas tarde, en las escuelas al campo, sin desatender a sus tres hijas mayores (alumnas nuestras) no hubo otro logístico como él pues escapaba de los consabidos condumios de campamento: potajes, congrís, arroces blancos o amarillos, viandas, carne u otro plato fuerte, para crear golosinas destinadas a ¡400 o 500 personas! incluso en una cena de año nuevo fue el artífice de que toda la secundaria José Antonio Saco cenara al aire libre en una sólida hermandad de profesores y alumnos.

Gozo de su amistad y de ello me precio, un afecto nacido del respeto, de imitar su ejemplo en no decir no a las tareas revolucionarias y me sembró la rebeldía ante lo injusto de los cual fui beneficiario en cierta ocasión.

Como suele ocurrir en un país en Revolución comencé a trabajar como profesor popular, sin instrucción pedagógica alguna, pero empecé a estudiar enseguida; fui sindicalista y miembro del Consejo de trabajo, en ese entonces, 1970, me querían mover arbitrariamente a otro centro pero el criterio de tablada de que los jóvenes debían protagonizar todas las tareas y velar por la justicia laboral me hizo mantenerme en mi secundaria.

Claro, después estuve en diversos planteles de la ciudad y el campo, pero la arbitrariedad fue derrotada.
Cuando pensé que lo veía por primera vez, en 1969 me equivocaba: fue mi vecino casi desde el triunfo de la Revolución siempre uniformado como miliciano, dando todo a este proyecto social socialista, como hoy a los 96 años.

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