domingo, 16 de octubre de 2011

Notable compañero de juegos

Era quien mejor recreaba las historias de vaqueros que cada domingo proyectaban en el cine Iglesias del barrio bayamés de San Juan, y que nos hacían ver como ídolos a los soldados blancos que arrasaban poblados sioux o apaches o a quienes imponían su ley a punta de pistola.

Tenía algún tipo de retraso mental y físico, sabíamos que era diferente y un poco mayor, pero todos los aceptábamos, porque aunque niños, el sentido de la justicia lo hizo uno más entre nosotros.

Su nombre era José, pero eso lo supimos cuando crecimos, para nosotros era simplemente Che, el hijo de Aurora y Félix, con su lenguaje entrecortado en español pero que sorprendía nuestras emboscadas con un chapurreado

- Kimombói (come on, boy) -y nos hacía caminar delante con las manos en alto.

Un día, en los primeros años de los 60, enfermó gravemente; la noticia corrió por el barrio: “A Che se le torcieron las tripas…” Eso lo puso al borde de la muerte, pero fue operado y salvado por médicos y enfermera de la entonces clínica Las Mercedes (Donde hoy está la Dirección provincial de Salud Pública).

Todos los muchachos acudimos a la visita. Che esgrimía una ametralladora Thompson de juguete nuevecita, presagiando venideras refriegas, pero meses después le repitió la parálisis intestinal y por primera vez los chamacos de la cuadra fuimos a un velorio.

Después, su evocación presidía los juegos pero ya no era igual una especie de sombra velaba el recuerdo…. crecimos vertiginosamente y tuvimos otros intereses y ocupaciones, pero nunca olvidamos a José.

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